El avaro
Se entrenaba para estar muerto. El pobre hombre murió sin disfrutar de la vida. Su familia le instruyó desde que tuvo uso de razón en la disciplina heredada. Sus padres, no se cansaban de decirle:"¡¡ No puedes ir por la vida compartiéndolo todo a cambio de nada!!" Nos ha costado mucho sacrificio sacarte adelante para que tú vayas dilapidando por ahí nuestro sacrificio. De generación en generación dejaron bien claro que, la empatía es uno de los demonios más perturbadores que nos acecha, y que debemos de enfrentarnos a él día a día sin piedad. La avaricia anegó el manantial de agua cristalina de su incipiente consciencia, que fue cambiando por una charca de agua estancada y maloliente; fruto de una educación apestosa, bien cimentada de padres e hijos con el fiel juramento de no compartir.