La vie d'Adèle versus Le bleu est une couleur chaude
Ayer tuve la oportunidad de acercarme a una sala a ver la interpretación del cómic de Le bleu est une couler chaude de Julie Maroh que ha realizado el director Abdellatif Kechiche. He de confesar que no me gustó en absoluto. Pero claro, una novela o cómic, como es este caso, están sujetos a múltiples interpretaciones. Hace años que leí el cómic, en español, y el recuerdo que me dejó fue completamente diferente a la sensación que me dejó la película del director tunecino. Antes de acércame a ver el filme, volví a leer el cómic, esta vez en francés. La sensación que me dejó el cómic esta vez fue diferente a la primera pero en ningún caso se acerca a la interpretación que ha realizado Kechiche. La historia versa sobre la vida de una adolescente francesa que se enamora de una mujer. El sufrimiento que tiene la protagonista para aceptar su orientación es tremenda, y en muchos casos puede coincidir con la realidad de las lesbianas de ayer y de hoy. La historia cuenta el enamoramiento y el trágico final que tiene la protagonista (en el cómic). Cierto es que hay un par de páginas en las que el público lector puede observar y sentir cómo la protagonista mantiene relaciones sexuales con la amada. El exquisito tratamiento que da Maroh a la historia y a los sentimientos que tiene la protagonista es fundamental y da cuenta de cuál es el sufrimiento y cuáles las alegrías que puede tener, insisto, casi cualquier lesbiana de ayer y de hoy. El filme es completamente diferente. Lejos de tratar ese tema con delicadeza y ternura, lo convierte en una exposición de sexo irreal, morboso y dirigido a la mirada voyeurística heterosexual. El público asiste a una recreación de sexo entre mujeres risible, burlesco y que roza incluso la ninfomanía. El espectáculo sexual al que se somete a las mujeres del filme es degradante. He de reconocer que me costó mantener la mirada en la pantalla porque sentí vergüenza ajena. La risa del público espectador era evidente y la relación sexual que mantenía la protagonista no sólo estaba completamente fuera de la realidad sino que además rebajaba la calidez, la ternura y los sentimientos que de forma sublime sabe plasmar Maroh en el cómic. Los primeros planos de lágrimas, mucosidades varias y formas de comer repugnantes aparecen a lo largo de toda la película y el público puede incluso observar, en varias ocasiones, cómo la protagonista ingiere sus propias mucosidades. Durante todo el filme, los primeros planos fuerzan un exacerbado voyeurismo y una mirada entrometida en una relación y una vida, la de la protagonista. A mitad del filme, la trama cambia completamente y se alarga distinguiéndose del cómic. La protagonista se convierte en una especie de mujer terrenal que busca el sexo de forma desesperada entre hombres y mujeres para saciar su sed de cariño. Sólo hay un momento en el que se puede sentir cómo hay cierto respeto hacia los sentimientos de la protagonista, cuando comienza a mantener un affaire con su compañero, digo bien, compañero de trabajo. He de alabar, sin embargo, el final que le da Kechiche a la película, a la que se la desprovee de tragedia y se muestra cómo las relaciones entre lesbianas pueden finalizar como cualquier otra pareja heterosexual, sin muerte ni expulsión de la sociedad. Ariadna Borge Robles