La locura del futbol ….. y la miopía de las personas

Hace unos días las aficiones radicales de dos equipos de fútbol decidieron quedar antes del partido no para “celebrar” el partido entre sus equipos sino para demostrarse unos a otros quien es más fuerte, más gallito y quien manda pasara lo que pasara en el terreno de juego. A raíz de esto, las consecuencias de siempre: botellazos, destrozos, heridos por doquier y la mala imagen de siempre. Aquí viene la diferencia, a algunos se les va de las manos y metidos en una pelea de estas donde todo te parece más cercano a un videojuego que a la realidad te pones a darle golpes en la cabeza a una persona con una barra de hierro pensando que le harás un rasguño o que antes de matarlo serás capaz de parar y evitarlo, pero no, no supieron parar. Ahora tenemos una persona muerta y varios ASESINOS sueltos por nuestras ciudades como si no fuera con ellos el tema. Deben pensar que matar a uno de la afición contraria es parte del futbol y lo que pasa en el campo se queda en el campo, porque ni dan la cara ni se muestran ahora tan gallitos para asumir las consecuencias de los hechos que han cometido. Vaya por delante que el asesinato de cualquier persona es una acto triste y deleznable pero desde luego lo que no parece lógico es el trato que se le está dando a la víctima desde los medios comunicación. Un pobre “mileurista”, con dos hijos (uno de corta edad), amigo de sus amigos, cercano y fan del Deportivo de la Coruña. Falta decir que tiene antecedentes por drogas, maltrato y algún que otro delito más y que además no es que se encontrara en medio de la pelea por casualidad, se gasto buena parte de su sueldo mensual en ir a este partido cuando probablemente a sus hijos halla otras tantas cosas que necesiten por delante de esto y es uno de los que fue allí a demostrar lo fuerte que era y probablemente antes de que pudieran con él también intentó “cargarse” a alguno del equipo contrario. Un angelito no era. Ojalá algún día terminen en la cárcel sus asesinos, no existan aficiones radicales a las cuales el fútbol solo les sirve de escudo para proteger sus intenciones reales de hacer el mal y los presidentes de los clubes de fútbol que ayudan a estos grupos terminen también en el cárcel por ser cómplices de todos y cada uno de los actos que cometen estos grupos radicales.