Gracias, de corazón
Llegamos a León acompañados por los copos de nieve y la angustia de la incertidumbre. Nuestro padre iba a ser intervenido de una complicada operación de corazón en el Complejo Hospitalario de León. Nada invitaba al pesimismo: las envidiables instalaciones hospitalarias, así como la organización, gestión y atención médica parecían ser inmejorables. Nos dijeron que todo saldría bien, que no podíamos estar en mejores manos, pero ya se sabe, el temor a lo contrario hace que todo consuelo sea baldío. Esas manos eran las del equipo del doctor Mario Castaño. Sus palabras de aliento nos dieron toda la confianza y positivismo del mundo, pero ocho horas después de que nuestro padre entrara en quirófano no nos quedaban paredes por las que subirnos. Hoy escribimos estas palabras con la mayor sonrisa que hayamos mostrado nunca, porque la operación no pudo haber salido mejor. Y esa es precisamente la razón de ser de esta carta. Porque sabemos que nunca podremos agradecer suficiente lo que todos estos profesionales han hecho por nosotros, desde el doctor a cada uno de los médicos, enfermeras, auxiliares, secretarias, cocineros, señoras de la limpieza y celadores del hospital, además del Servicio de Cardiología, pero aún así queríamos decíroslo. Gracias, porque pusimos nuestra vida en vuestras manos, y vosotros la cuidasteis, curasteis y revitalizasteis de un modo increíble. Gracias, de corazón.