Diario de León
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León

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Los medios de comunicación ejercen un papel fundamental en las sociedades modernas. Esto no significa –como si de una solemne definición pontificia se tratara- que sus informaciones sean siempre infalibles. Sólo es necesario darse un pequeño paseo por Internet para recopilar cientos de titulares que, con el tiempo, se demostraron falsos. Otras veces son los poderes fácticos quienes se sirven de la prensa como un medio para conseguir sus propósitos (generalmente poco confesables). A modo de ejemplo, recordemos la pandemia que iba a suponer la gripe porcina primero y la gripe aviar después. Según algunos titulares de prensa, nadie podría leer estas líneas porque todos habríamos pasado “a mejor vida”. Una vez que la OMS y las grandes farmacéuticas se forraron hasta cotas inimaginables –vendiendo millones de vacunas que luego no se utilizaron-, las peligrosísimas pandemias que prácticamente iban a extinguir al ser humano de la faz de la tierra, se esfumaron. Otro ejemplo reciente (finales de 2014): Un diario publica que el anterior Alcalde de Barcelona, Xavier Trias, es poseedor de una cuenta en Suiza. En grandes letras, aparece hasta el número de cuenta. Falso. Otro medio publica que el padre de Tania Sánchez tenía un piso de protección oficial (se vieron obligados a rectificar la información ante la falsedad de la misma). Pero el daño ya está hecho (que a veces es lo que se busca, “difama que algo queda”). ¿Es malo que en casos como éstos se pueda obtener otra versión de los hechos? ¿Es peligroso para la democracia que se conozca, si no la verdad, –que a veces es relativa-, al menos otro punto de vista? La influencia de los medios de comunicación es colosal. Controlarlos ha sido y es una obsesión de los grandes poderes tanto políticos como económicos. A través de ellos, los ciudadanos percibimos mensajes e informaciones de todo tipo y éstos cobran especial relevancia en el espectro político. Es tal su influjo que cualquier grupo que ejerza el poder (en cualquiera de sus vertientes) procura que los medios sean complacientes con sus postulados. Las formas de lograr este objetivo son múltiples. No es infrecuente ver casos de periódicos que han sido “castigados” –suprimiendo la publicidad institucional- por no tratar como sería deseable a algún responsable político. La manipulación informativa es otra de las bazas que algunos medios –no todos, por fortuna- utilizan sistemáticamente para inducir la opinión de los ciudadanos. El aforismo “que la realidad no te estropee un buen titular” lo llevan, a veces, hasta las últimas consecuencias. En otras ocasiones, la torpeza del periodista o los simples errores de transcripción, pueden tergiversar la realidad hasta hacerla irreconocible. En este contexto, no acierto a comprender el malestar de algunos periodistas ante la puesta en funcionamiento de una web en el Ayuntamiento de Madrid –todos deberían de hacerlo- con el único objetivo de aclarar –a posteriori- la publicación de informaciones erróneas o inexactas. Sus detractores esgrimen argumentos tan desatinados como que se limita la libertad de expresión (¿cómo?), que son sistemas propios de regímenes totalitarios (¿por qué?), que es un acto de censura (¿comoooorrr?). No cabe la menor duda de que los críticos de esta web están negando para los demás la sacrosanta libertad de expresión que reclaman para sí mismos. ¿Dónde está el problema de aclarar –por el medio que sea- una información? ¿O es que acaso el derecho de un periodista a publicar lo que le dé la gana –sea cierto o no lo sea- es infinito? Y, en caso de que lo fuese, ¿no tenemos derecho los ciudadanos a conocer si una información es veraz o no? ¿Por qué tienen tanto miedo a la libertad de expresión? Y, sobre todo, ¿por qué tienen tanto miedo al rigor informativo? Si yo fuese periodista no sólo estaría encantado de que existieran estas iniciativas sino que como ciudadano creo que es muy saludable que podamos acceder al contraste de la información donde se genera. Luego ya decidiré yo con qué versión me quedo. Ante tanto recelo, me malicio que algo incomoda al establishment mediático y/o político al uso. Quizás tengan miedo a que se destapen algunas vergüenzas que es mejor que sigan ocultas.

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