Diario de León

Grajal de Campos y algunas quijotescas coincidencias

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“In extremis” nos libró la divina providencia de ser castellanos, o peor aún, vallisoletanos. Nos quedamos en leoneses, que tiene sus cosas buenas, las más, pero también tiene algún inconveniente. Sabemos que pasaremos desapercibidos. Castilla nos aherroja y no permitirá que nada de León brille más que su herrumbre. Por eso, pocos saben que Grajal fue solar de una de las familias más influyentes de la España del siglo XVI y que de aquella época heredó un impresionante patrimonio histórico y artístico. La familia De Vega, primero señores y luego condes de Grajal, muy próxima al rey Carlos I, ostentó magistraturas, capitanías y virreinatos en los dominios españoles de allende y aquende los mares. El actual escudo de Grajal, proveniente del escudo de armas de la familia De Vega es singular. Encaramado a un castillo hay un armiño blanco con el lema “Antes morir que mancharme”. Para entender el lema escrito en la cinta de plata que el armiño ase con sus fauces, hay que ir nada menos que a El Quijote. En el capítulo 33, Don Miguel de Cervantes pone en boca de “los dos amigos”, los florentinos Anselmo y Lotario lo siguiente: “Cuentan los naturales que el arminio es un animalejo que tiene una piel blanquísima, y que cuando quieren cazarle los cazadores, usan deste artificio, que sabiendo las partes por donde suele pasar y acudir, las atajan con lodo, y después, ojeándole, le encaminan hacia aquel lugar, y así como el arminio llega al lodo, se está quedo y se deja prender y cautivar, a trueco de no pasar por el cieno, y perder y ensuciar su blancura, que la estima en más que la libertad y la vida” Es sin duda motivo de orgullo, que la explicación de nuestro escudo esté nada menos que en la obra cumbre de la literatura española. Curiosa coincidencia, aunque siendo Cervantes y algún De Vega, heredero del primer conde, coetáneos y hombres de mundo, podemos llegar a la conclusión de que ya en aquellos tiempos, el mundo era un pañuelo. Otra coincidencia desconocida y que, esta vez a través de Goggle, averigüé casualmente, es que los Condes de Grajal eran también Señores de Cervantes. En aquel conello lucense el Conde de Grajal y Señor de Cervantes erigió un castillo o reformó uno existente que aún domina desde una colina el valle del río Cancelada, y que es, como el de Grajal, singular ejemplo de arquitectura militar en tiempos donde ya no había que defenderse de la amenaza exterior, pero en los que el señor del lugar tenía que protegerse de sus colonos. Pero lo que más me sorprendió, hasta dejarme pasmado, y no es nada más que una tonta coincidencia, es encontrar en la historia de Grajal, nada menos que a Dulcinea del Toboso. Leyendo una descripción del palacio renacentista de Grajal de Campos, al llegar al nombre de su arquitecto, me dije: ¿Dónde he oído yo ese nombre? Y es que el palacio de Grajal fue construido por Don Lorenzo de Aldonza. Graciosa similitud con la sin par Dulcinea de nombre Aldonza Lorenzo. Sirvan estas simpáticas senrendipias para homenajear, desde Gajal, al más grandes de los autores de la lengua española y para que se conozca un poco más la singular riqueza de este rincón del Reino de León.

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