España, plural, unida, grande, libre
Bien, aplicamos la constitución, la Ley. El estado de derecho funciona cual paquidermo, pero responde; no permitimos que nadie altere nuestra convivencia y lo hacemos sin aspavientos, con la fuerza que nos da la Ley, la democracia. Ahora sigamos, con más voluntad, sin pausa, poniéndonos en la piel del que no puede esperar, de quién necesita que se le den repuestas inmediatas a sus problemas de por la mañana, no con la parsimonia del que se fuma un puro en el salón de su club de polo o en su sala de profesores progre, porque no tiene necesidades acuciantes. Trabajemos en crear riqueza, en generar recursos de manera eficiente y respetuosa con el hábitat, repartamos esos recursos con criterio, de manera justa, impulsemos el mérito, el esfuerzo, la igualdad de armas. Integremos o, en último caso, expulsemos a los que perturban nuestra democracia, que se ha de consolidar cada día. Trabajemos en el reforma constitucional, pero no en establecer si somos galgos o podencos, no en si La Gomera se independiza de Canarias, no en si el Jefe del Estado es el Rey de copas o el de bastos, o lo es un catedrático emérito con chaqueta cruzada de lana. Sino en reformas fiscales, de financiación, de educación, de reconocimiento cultural, de servicios esenciales, de generación y reparto de recursos, de organización, de competencias, de separación de poderes y, en general, en cuestiones de profundización democrática. Todos, al margen de nuestra forma de pensar, tenemos que tener un común denominador, un afán solidario, el sentido común de un buen padre de familia. Tan repulsivo es el tipo, colectivo o manada social que intenta valerse de la inercia de su gen, de su clan, de su casta, de su jeta, como el populista que lanza "brindis al sol", sin trabajar sus ideas, sin referenciarlas, sin contrastarlas, sin criticarlas, sin oponerlas, sin adaptarlas, ahora dice una cosa, luego la contraria, o no, o si, da igual, creando en la gente falsas expectativas que devienen en grandes frustraciones. Es verdad que las cosas hay que cambiarlas con la fuerza de la decisión, de la voluntad, del coraje, de la valentía, de la cara partida, pero no por agitadores y propagandistas de todo signo que lo que hacen es echar a la gente a los cocodrilos y ellos se quedan a buen resguardo, en su jayma, con sus compis o sus camaradas, en su oasis. Juan Carlos Prada Arias. León.