Diario de León
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León

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Brasil se convierte en otra demostración –y van unas cuantas– de que la ciudadanía está harta de la clase política. Después de años de casos de corrupción y de una pésima gestión de la crisis económica, los brasileños, que no ven solución a sus problemas por parte de las instituciones, se lanzan sin temor a los brazos de una corriente diferente. El problema es que este nuevo rostro político es bastante tenebroso. Hablo de Bolsonaro, un ex militar que durante la campaña no ha dudado en proclamar un discurso radical, arremetiendo contra la oposición (amenazándoles con la cárcel), las mujeres o las minorías raciales. Una vez más el extremismo se impone en unas elecciones. En Europa ya conocemos estos discursos que pretenden dar respuesta a la incertidumbre. Gobiernan en algunos países, como Hungría o Polonia, y crecen en otros, como Francia y España (recordemos el ascenso silencioso pero progresivo de VOX). Incluso la primera potencia mundial, Estados Unidos, sucumbió a estos nuevos discursos. Parece que ya ninguna sociedad está a salvo. Y lo peor de todo es que existe un serio riesgo de que este tipo de políticas se normalicen, si no lo están ya. Ante esto, el resto de bloques políticos deben reaccionar. Las fórmulas que funcionaron desde mediados del siglo pasado ya no calan en la población, que vemos como la globalización nos ha ido arrinconando social y económicamente. Es momento, por tanto, de que la clase política tradicional y moderada deje de mirarse el ombligo y empiece a pensar en el ciudadano.

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