cartas al director

Fango político

L a pedagogía política (constructo inventado para que la ciudadanía haga suyos los objetivos partidistas en la búsqueda del máximo poder posible) ya se queda corta. Las sesiones de control al Gobierno, las comparecencias públicas de nuestros representantes, sus entrevistas en los medios de comunicación, sus mítines, todo, absolutamente todo está impregnado de golpes bajos al contrincante político, del «y tú más», de cómo nos irá en las siguientes elecciones sin haber satisfecho el programa —si es que había alguno— de la legislatura actual y de subterfugios judiciales y políticos para pillar a la bancada socialista o a su contraria con el pie cambiado. Resulta fácil pensar que con las horas que pasan nuestros representantes tirándose trastos a la cabeza, respondiendo en sus redes sociales, explicando decisiones sorprendentes y tratando de aclarar cada uno de sus oscuros pasos, no les reste tiempo para dedicarse a lo que deben, que es gestionar lo público. El barrizal político es de tal calibre, que el apego que la ciudadanía en general y los votantes en particular podían tener a la clase política, se deshace cual azucarillo de podredumbre política. Da mucha pena que confiemos en ellos nuestro estado de bienestar.