Diario de León

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Luis Alberto Rodríguez Arroyo escribe: «Pedro Sánchez es el presidente del Gobierno, pero no gobierna. Parece una paradoja, pero es así. Y es así porque como ha manifestado García Page ha vendido muy caro su puesto y porque se ha centrado únicamente en ventilar el “fango” de la acción de su oposición. Lo primero debía haberlo evitado por honestidad democrática, y lo segundo sería innecesario de tener un objetivo –o varios— de legislatura. Lejos de lo anterior al presidente se le ve con mala cara, y no sólo por los casos que investigan las andanzas de su esposa y hermano, sino porque su minoría le obliga a aceptar –tras la pertinente pedagogía política— aspectos que él mismo negaba hasta fechas recientes. Ha sido investido, sí, pero no es capaz de reducir las exigencias del independentismo ni de quitar de su mente a las derechas. Sólo le queda el aplauso sobreactuado –y si me permiten un tanto sonrojante— de María Jesús Montero. Nada más. Todo lo demás se centra única y exclusivamente en endulzar sus sucesivas derrotas en cuantas elecciones participa, en contener sin éxito el infinito deseo secesionista y en parecer progresista. Si a lo anterior se asocia el aplauso fácil de su grupo íntimo o el ausentarse cada vez que hay que explicar algo de trascendencia, su silueta está más alejada de lo que cree de lo que debe ser un presidente de Gobierno».

Pedro Marín Usón señala: «Si algo está caracterizando el presente siglo, es la palabra crisis. La tenemos en la economía, en la política, y sobre todo en el aumento de las enfermedades mentales. El estrés laboral y las condiciones adversas en el trabajo están contribuyendo a un incremento significativo de bajas por esta patología. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que la depresión y la ansiedad cuestan a la economía mundial aproximadamente 1 billón de dólares al año en pérdida de productividad. En España, la Seguridad Social reporta un aumento del 20% en las bajas laborales por trastornos mentales en la última década.

Sin embargo, esta problemática no comienza en el entorno laboral. Los jóvenes en nuestras instituciones educativas también están mostrando signos alarmantes de estrés y problemas de salud mental. Un estudio realizado por la Universidad de Barcelona revela que el 30% de los estudiantes universitarios presenta síntomas de ansiedad y depresión. Además, el acoso escolar a edades muy tempranas, en algunos casos desde los seis años, se manifiestan persecuciones que sin duda llevan a la persona a entrar en la espiral de las patologías de salud mental. En 2022, un 9,3% de estudiantes habían sufrido acoso, según la Fundación ANAR. Las experiencias de acoso y estrés en la infancia pueden tener repercusiones duraderas en la salud mental durante toda la vida. Es crucial que tanto las empresas como las instituciones educativas tomen medidas proactivas para abordar esta crisis, fomentando un ambiente de trabajo y de educación saludables. Esta asignatura pendiente de solución por parte de las instituciones públicas puede llevarnos a un mundo más caótico si no se aborda cuanto antes. Es hora de actuar».

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