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francisco román; Juan Carlos; Santos de la Mano; Deepam Reyero Rodríguez

cartas al director

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Patinetes maleducados

H ace unos días, sobre las dos de la tarde, caminaba tranquilamente hacia mi domicilio, cuando un ligero ruido, que me resultó familiar, me hizo volver la cabeza y vi dirigirse hacia mí a dos chicas en monopatín eléctrico por la acera y a alta velocidad. Me aparté prudentemente y cuando me rebasó la primera, le dije que fuera mas despacio.

Su respuesta sobre la marcha fue: «Sigue caminando, gilipollas»... Pasa su compañera de inmediato y me dice: «Viejo estúpido»... Y las dos se fueron alejando por la acera del paseo del Parque. Yo no daba crédito a lo que había pasado. Eran dos chicas jóvenes, adolescentes, calculo de 14 o 16 años... Sentí indignación por su falta de respeto hacia mí y a la vez una enorme pena por ellas.Pensé que así no les iba a ir bien en la vida... Tan jóvenes y tan mal educadas... Confío en que ellas no sean el reflejo de nuestra juventud.

El otro tema que deseo resaltar es la pasividad de nuestra Policía Local.

Está terminantemente prohibido por Ley, en todo el territorio nacional, circular con bicis o patinetes por las aceras.

Invito al lector que haga memoria si ha visto a algún agente de nuestra Policía Local sancionar, informar o parar a alguien que vaya con este tipo de vehículos...

¿Se imaginan si los coches fueran por las aceras ? Pues un patinete es lo mismo, o peor, porque ni se le ve ni se le oye...

Y nuestra Policía tiene el deber y la obligación de sancionar y hacer cumplir la Ley.

Es muy fácil que un patinete tire o atropelle a un peatón con consecuencias imprevisibles, por la gran velocidad a la que circulan por las aceras, incluso pasando pegados a portales y establecimientos comerciales.

Si por desgracia un día pasa un daño irreparable, que piensen el concejal de Tráfico y el jefe de la Policía Local qué parte de responsabilidad tienen ellos y qué medios pusieron para evitarlo.

Viaxe en AVE

D ende que Alfonsu VI conquistare un cerru cun vistes al Manzanares llamáu Mayrit nel añu 1083 muchu cambiarun les coses. Güei ye la capital de España ya’l sitiu onde cualquier quiere dire a medrare, estudiare ou vivire.

Por esu cuandu en 2015 el AVE llegóu a Llión pur primeira vegada, un equipín de 11 personaxes aproveitarun la ocasión ya metiérunse nun de esus caballus de fierru que déixante, despuéis d’un ratín dentru la M-30.

Ya nel pallaciu d’Oriente pudierun pescanciare la gran xesta del so «nietín Alfonsu».

Peru al salire el primeru rayu de sol ficarun petrificaus en lus xardins cumu estatues.

Allí siguen, güei pódeis vere a lus reis Pelayu, Alfonsu I, Ramiru I, Alfonsu II, Ordoñu I Alfonsu III, Ordoñu II, Ramiru II, Alfonsu V, Sancha I ya Fernandu I, que un día fuerun pa Madrid, préstolles y…. «quedáronse».

¡Ay Carmela!

Sr. director, me dirijo a usted este día preocupado por la deriva histórica que ha tomado nuestro país en los últimos dos siglos.

Desde el fatídico Tratado de Fontainebleau en 1807, España ha navegado por un mar turbulento de cambios políticos y sociales.

La Guerra de la Independencia contra el invasor francés, la efímera gloria de la Constitución de Cádiz ( La Pepa ), el posterior retorno al absolutismo con Fernando VII y los pronunciamientos contra el monarca como el encabezado por Rafael Riego en Las Cabezas de San Juan, marcaron el inicio de un camino sinuoso.

La muerte de Fernando VII, las Guerras Carlistas, la Revolución de 1868, Amadeo I de Saboya, la Primera República, la Restauración Borbónica en la figura de Alfonso XII, el Pacto del Pardo, el sistema turnista, Alfonso XIII, la dictadura de Primo de Rivera y la «dictablanda» de Berenguer hicieron que España transitara un camino turbulento en busca de su identidad nacional y un sistema político estable. El caciquismo y la corrupción, males endémicos de la época, entorpecían el desarrollo de una verdadera democracia.

Y todo eso terminó con la salida de Alfonso XIII del país tras unas elecciones convocadas por el almirante Juan Bautista Aznar. «Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo.»

España se acostó monárquica y se levantó republicana aquel 14 de abril de 1931. Pero ese sueño acabó un 18 de julio de 1936, cuando se dio un golpe de Estado que acabó con la mayor parte de los avances logrados durante la II República.

Y con Lorca fusilado, Miguel Hernández preso, Unamuno muerto, muchos intelectuales huidos y en el exilio y otros que se adaptaron al nuevo sistema, moría el sueño republicano.

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