León, una pista de hielo

A partir de ahora celebraré mi segundo cumpleaños el 15 de enero, día en que estampé mi coche contra un camión por culpa de una placa de hielo en la autovía León-Benavente. Ese día, las principales vías de comunicación de la provincia eran auténticas pistas de hielo eran las ocho de la mañana y no habían echado ni un gramo de sal. Las urgencias del hospital no daban abasto a atender a los numerosos heridos. A mi parecer no se ha contado ni la cuarta parte de lo que ocurrió ese día. Esta misma semana se ha publicado un estudio realizado por una empresa especializada en valoración de siniestros en el que se pone de manifiesto el aumento de accidentes por el hielo y la nieve, pero en el que también se dice que tales accidentes ocurren por la mala práctica de no guardar la distancia de seguridad y finalmente se dan unas recomendaciones a la hora de ponerse al volante. Pero ¿qué pasa con las Administraciones?, ¿por qué no se hace un estudio a cerca de si llevaron a cabo una adecuada prestación del servicio?, en definitiva ¿por qué no se echó sal con antelación?, ¿por qué no se movilizó antes la Guardia Civil o quién corresponda para alertar del estado de las carreteras? No, tuvieron que esperar a que fuésemos cayendo como moscas. Concretamente la autovía León-Benavente tuvo que ser cerrada para aplicar un "tratamiento especial curativo", como rezaba la prensa del día siguiente. Y ¿por qué no se aplicó un tratamiento especial "preventivo" dadas las condiciones meteorológicas? A todo esto no ha habido respuesta y al final habrá que aplicar el dicho de mal de muchos, consuelo de tontos.