Diario de León

La peor de las criaturas existentes sobre la faz de la tierra

Publicado por
Hermelinda Vilar Pablos
León

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La verdad es que hoy no me apetecía escribir otro capítulo más de Ángeles negros, así que aquí estoy, sentada y sin nada en especial que contar. Me levanté a eso de las ocho y media y, entre bostezos, bajé a desayunar algo de avena que mi madre había dejado en la cocina. Todavía estaba caliente. Ya sé que eso de levantarse tan pronto estando de vacaciones es algo masoquista, pero es que tenía que pasarme por el médico. Mi hermana ya estaba despierta, ya había desayunado y ya se había puesto a estudiar lengua antes de dejarse caer por la academia un par de horas. Tiene que recuperar esa materia, me compadezco de ella. Quedamos de vernos ante una heladería, sobre la una, cuando ella terminara las clases. Mientras estuve dando vueltas, buscando y rebuscando por los callejones librerías para comprarle Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell, a mi madre. Siempre me anda diciendo que sus amigas del instituto se lo habían leído y que se pasaban el día comentando lo estupendo que es, así que se lo voy a regalar. Además, obsequiar a alguien de la familia con libros siempre es un chollazo, pues, cuando se lo acaba de leer, tienes una opinión más cercana de él y, si es interesante, lo puedes reutilizar. Sin embargo, a pesar de que creo haber estado en todas las librerías mínimamente grandes de esta ciudad, no lo he encontrado en todas partes decían que se les había agotado, que lo tenían encargado, pero que todavía no les había llegado... Algo que me llamó mucho la atención fue la cantidad de mendigos que hay... ¡Qué triste! Al verlos ahí, sentados, alzando sus manos ahuecadas a la busca de alguna propina misericordiosa del prójimo se me parte el alma... Hay uno al que siempre veo. Ese pobre hombre, de barbas canosas y ropas andrajosas, con una gran bolsa sucia colgada a la espalda, ya ni siquiera alza los ojos del suelo. Hoy lo vi durmiendo al sol a pesar del calor asfixiante, con la cabeza apoyada en una farola y sus pocas posesiones bien encerradas entre los dedos. Lo cierto es que lo primero que pensé fue en que debería regalarle una almohada seguramente se estaba partiendo la espalda allí. Después se me pasó por la cabeza la pregunta de si sentirán algo de remordimiento esos ricachones que gastan cientos de euros en comprarse modelitos super-cool y otras frivolidades... Al terminar de pensar en esto, me vino a la mente otra pregunta aún peor -digo aún peor porque las respuestas son obvias y, además, verifican el hecho de que el ser humano es la peor de las criaturas existentes sobre la faz de la tierra, pues es la más egoísta-: ¿y yo, que me desepero por una fruslería tal como es no encontrar un libro, debería sentir remordimientos por vivir dignamente mientras otros no pueden darse tamaño lujo? ¿o es que yo, que puedo desayunar caliente todas las mañanas y dormir cómoda en una cama, bajo un techo que comparto con aquellas personas a quienes quiero, soy menos responsable o mejor por tener menos dinero que malgastar, sabiendo que, si lo tuviera, buena cuenta daría de él sin demasiados miramientos? Recuerdo una vez, durante el gélido invierno, que vimos mi amiga Ana y yo a este mismo hombre. Ella dijo: ¡Ay, pobrecito...! ¡Jo, qué pena...! ¡Me dan ganas de regalarle mi chaqueta! La lástima es que, si existe alguién que las tenga, cosa que no suele ocurrir, estas intenciones siempre en eso se quedan: en intenciones...

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