A UN AMIGO QUE NO CONOCÍ
A un amigo que nunca conocí. Hace unos días me enteré de una mala noticia, la muerte de Agustín Embuena. Este nombre, lo vengo escuchando en nuestra ciudad desde que era un niño. Me acuerdo de tu padre y la voz inconfundible de aquel locutor de Radio Nacional de España que con su fino humor, nos deleitaba con su voz inconfundible y sus famosos sketchs. Jamás me he reído más que con una versión suya de D. Juan Tenorio, que interpretaron gente de la Diputación de Sevilla. Tú tenias la misma voz que él y por supuesto el mismo humor, te escuchaba asiduamente en los programas de Sevilla Fútbol Club Radio: "El Sevilla es salud" del que eras director y presentador y también participabas en "Agenda sevillana". Además eras colaborador del blog sevillista "Columnas Blancas" donde tu último artículo fue para dar las gracias a nuestro gran entrenador Manolo Jiménez. Porque además de todas las cualidades que tenías, que no eran pocas, poseías una de las importantes para todos los que formamos esta gran familia, eras "sevillista". Los que mandamos asiduamente escritos a los periódicos, te vamos a echar mucho de menos, porque todas las mañanas, al ojear la prensa sevillana, no podremos ver más los tuyos dirigidos a esta nueva hornada de políticos que estamos sufriendo desde la transición. Me encantaban, tenían además de una crítica veraz y constructiva, gran calidad. Afortunadamente, los conservo todos y en estos días los he releído de nuevo y he podido apreciar la calidad humana que atesorabas. Desde estas humildes líneas, quiero despedirme del médico, periodista y escritor al que nunca conocí personalmente, pero sí a través de su obra. Ahora, después de pasar una penosa enfermedad, te encuentras en un lugar privilegiado, ya has entrado en ese tercer anillo de nuestro estadio Ramón Sánchez Pizjuán, junto a los grandes mitos de nuestro equipo que lo dieron todo en el campo y que cayeron con la camiseta de nuestro equipo puesta, como Pedro Berruezo y Antonio Puerta y que como tú, estuvieron al pie del cañón hasta el último día de su vida. Un abrazo, Agustín. Joaquín Tomás Fortunati Cendrero