QUINTANA RANEROS. REYES 2010. LO QUE SE VE Y LO QUE NO SE VE

Soy un afortunado por tener a mi lado a personas que me apoyan, me animan, me aconsejan, me ayudan a salir de los apuros, me orientan a la hora de tomar decisiones y se ponen a ejecutar todo eso sin que nadie se lo pida y no solicitando nada a cambio. A mí se me ve: me entrevistan, salgo en los medios de comunicación, presento un libro, aparezco pleno de reconocimiento y loas públicas, me dan palmadas en la espalda, mis amigos se sienten orgullosos de serlo… Pero en el día a día, en la labor callada, en los momentos bajos, en esos instantes en que no se encuentra la salida, siempre hay una persona que acierta con el consejo y con la estrategia a seguir. Esa persona es la que más y mejor me conoce, la que distingue muy bien cuándo el corazón no me deja pensar y cuando la luz de los focos me deja ciego y no veo nada más. En ese momento, esa persona, toma el teléfono y hace llamadas, decide ir a visitar a alguien vital para el proyecto, reorienta una decisión mal tomada o mal pensada, se inserta en el tejido humano del grupo y actúa, siempre con la perspectiva de que todo llegue a buen término. Se ilusiona, se emociona, se mueve, se lanza por el pueblo casa por casa a obtener recursos en momentos que el proyecto se tambalea… Detrás del foco siempre hay una persona que es capaz de encenderlo y dirigirlo hacia el punto correcto. A ella nunca se le ve: está detrás de la luz. Se hace invisible y resulta que sin ella, el foco no luciría. Es más, sin ella, el foco se hubiera fundido hace tiempo y nadie sería capaz de recomponerlo. Nadie. Ahora estoy en pleno foco, toda la luz me viene a mí. Por eso es más justo que nunca que ya realice este reconocimiento público a esa persona. Sin su análisis perspicaz y pleno de lucidez, sin su acción directa perfectamente atinada, sin su aliento permanente y su ilusión compartida, sin su trabajo permanente en la producción del proyecto no hubiera yo podido promover esta compleja obra, que ahora está a punto de culminar. Dejemos, por una vez, que el agradecimiento personal y cercano se convierta en homenaje público a esa persona que siempre está pero que casi no la ve. : mi esposa, Consuelo. José Luis Alonso Pepín