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El Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible se ha convertido en un auténtico polvorín que intenta frenar los incendios que lo acosan por todas partes. La batalla por las infraestructuras y por la mejora de los servicios es permanente entre los territorios. Pero quizá detrás esté una gestión un tanto anárquica y centrada en buscar precisamente silenciar las polémicas a golpe de promesas sin ningún tipo de criterio ni rigor. Parece lógico que se demande que la acción del Gobierno, en todo tipo de campos, se ponga en marcha con unos parámetros unificados, que incluso planteen mejoras de equilibrio para que haya igualdad entre las diferentes autonomías y provincias. Pero lo que se transmite es la sensación de que se avanza a golpe de ocurrencia y de parche. Así, lo que se acaba provocando son situaciones inadmisibles, como que León pague por un billete convencional lo mismo que otro sitio abona por el AVE.

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