Diario de León

Ocultar explicaciones a la ciudadanía sí exige una regeneración democrática

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Pedro Sánchez inició la legislatura con apoyos muy frágiles que ya pronosticaban días de vértigo. La fractura del hemiciclo se ha trasladado a una vivencia política y personal que ha llevado al presidente del Gobierno de España a escenificar su propia dimisión en diferido. Pero ha sido cuestión de horas, días en realidad. Cinco. Los que ha tardado en reflexionar para decidir que se queda. La esperada declaración de ayer, en la que finalmente anunció su decisión de mantenerse al frente del Gobierno, no puede pasar desapercibida en muchos aspectos. El primero, la promesa del presidente de iniciar un proceso de regeneración democrática. Ya el concepto resulta extraño en una democracia parece que consolidada, pero lo que más confusión debe producir a la ciudadanía es la idea de solidez que tiene de sí mismo solo cinco días después de mostrarse vulnerable por los ataques a su mujer y su círculo personal. Tal es su verdad que la expectación que había generado la decisión de reflexionar sobre su futuro en una carta se desinfló ayer en cuanto Pedro Sánchez habló sin posibilidad de preguntarle, volviendo a generar un mar de dudas con su premeditado silencio; la más grave, su ataque a la libertad de expresión bajo el argumento de los bulos y las desinformaciones. Si la regeneración democrática que propone va por ese camino, mal. Hablamos de un debate muy pero que muy delicado, sobre todo porque el que lo enciende difunde sin temores la idea de que los medios y el sistema judicial, entre otros estamentos, anidan bulos e informaciones falsas que bien podrían confrontarse desde el propio ámbito profesional, incluso acudiendo a mecanismos judiciales. Sánchez debe explicar su proyecto regenerador con luz y taquígrafos, en el Parlamento, ante los periodistas. Esa polarización buscada en el discurso del presidente del Gobierno no hace otra cosa que alimentar la misma diatriba política áspera e indigna de la que se queja. Responder a los ciudadanos ante la prensa no debe ser una súplica, sino una obligación, porque lo contrario es restar credibilidad a un trabajo, el de informar, esencial en esa democracia que Sánchez quiere regenerar. Pero ojo, regenerar no siempre es progresar.

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