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A Salvador Illa le perseguirá de por vida su cuestionada gestión del covid como ministro de Sanidad. Ahora, se pone al frente de otra crisis de primer nivel, marcada por las urgencias. Asume la presidencia de la Generalitat de Cataluña. A priori, puede verse como una oportunidad para dejar atrás el llamado ‘procés’ con un gobierno que se centre en los verdaderos problemas de los ciudadanos. Pero su acceso al cargo ha quedado relegado a un segundo plano con el espectáculo vergonzoso protagonizado por Carles Puigdemont y buena parte de los dirigentes de Junts, incluido el presidente del Parlament. Illa también llega lastrado por el conflicto abierto sobre los privilegios que le ha prometido el PSOE a ERC a cambio de sus votos. Las reformas legales tendrán que tramitarse en Madrid y cabe esperar que los diputados socialistas de otros territorios les darán el parabién, aunque a costa de quedar situados como blanco fácil para los rivales políticos, que cumpliendo con su papel deben defender la igualdad entre territorios.