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La celebración de la fiesta de la Policía Local de León cumplió ayer el guion previsto desde la Alcaldía, que ignoró la decisión del Tribunal Supremo de ratificar que el intendente debe ser cesado por las irregularidades en el proceso selectivo. José Antonio Diez hizo gala una vez más de su soberbia para entregarse en un abrazo efusivo a un polémico dirigente policial tras entregarle una medalla. La foto del bochorno no deja de sorprender en una clase política empeñada en señalar al otro y en ofrecer mensajes acusadores y moralizadores que normalmente nadie desea ni pide, mientras se dedican a cobijar bajo el ala a los afines, como se está comprobando estos días a medida que se conocen más datos sobre lo ocurrido en torno a la figura de Iñigo Errejón. Una cosa es la ley, con sus plazos, y otra muy distinta son la elegancia, la dignidad, la política de altura, la transparencia y la imprescindible decencia con una gestión que siempre debería ser ejemplarizante.