Diario de León
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Al trasluz | eduardo aguirre

He comprado lotería, aunque ya me ha tocado muchas veces, por lo que parto con la estadística en mi contra. Me tocó con mis pad res, con mi mujer, con los amigos, con las canciones que se cruzaron en mi camino, con los éxitos y con los reveses-¦ en fin, como muchos otros, cada día de mi vida soy premiado con algo, aunque sea con la pedrea, y muchas veces sin ni siquiera haber comprado un décimo, lo que viene a demostrar que el milagro se rige por leyes más complejas que la suerte. En la larga cola de la administración me deleité escuchando el coro de la vida: «Deme uno de la que toca», «que termine en dos», «que termine en siete», «a ver si este año-¦».

El dinero no te hace libre, pero puede liberarte de algún grillete, y posibilitar que se los quites a otros. Pero hasta ahí, porque en el camino de la vida, los destellos del oro que nos hace felices nunca provienen de tesoros que pueden ser guardados en cofres. Lo sé, lo sé, todos hemos chapurreado alguna vez el estribillo de la canción «Si yo fuera rico», de la película «El violinista en el tejado», pero olvidamos que la letra original concluía con una pregunta clave: «Señor, tu creaste al león y al cordero/ Me sentenciaste a ser lo que soy/ ¿Arruinaría algún plan eterno si yo fuese rico?».

Esa es la cuestión, porque si lo arruina, entonces, no merece la pena cambiar el bocadillo de chicharrones por la langosta a las tres salsas. Que me quede como estoy. Compré el décimo, lo guardé en la cartera, sin ni siquiera mirar el número, y canté: «Señor, sé que estás muy ocupado regando los brotes verdes/ Y ayudando a que el Real Madrid gane la Liga/ Me sentenciaste a ser lo que soy/ ¿Arruinaría algún plan eterno si yo fuese rico?». Quizá me tomé alguna licencia excesiva al versio narla, pero Él me entiende.

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