Diario de León
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A esgaya | emilio Gancedo

Puede ser bueno recordar que uno de los objetivos que animaron, en un principio, el nacimiento de esa institución cultural que todos conocemos, en su versión reducida, como ILC, fue el de compensar la inclusión de esta provincia en una autonomía mucho más grande -”y no exactamente coincidente con la sensibilidad, intereses y recorrido histórico de esta tierra-” con la creación de un organismo que velara por el mantenimiento, estudio, divulgación y fomento de las señas de identidad culturales de León. Obviamente, el devenir de la institución fue otro, como bien revela su nombre, Instituto Leonés de Cultura; esto es, que abarca la cultura en su totalidad. Y así, además de velar por la investigación de las cosas estrictamente leonesas (intensa publicación de libros, gestión del Museo Etnográfico, excavaciones arqueológicas), surte de actividades culturales a nuestro muchas veces inabarcable medio rural: conciertos de música clásica o corales, teatro, exposiciones artísticas, etc.

A todas luces, una labor demasiado amplia para este territorio, teniendo en cuenta los medios y presupuestos del organismo, y una situación que pide a gritos la creación de un Instituto o Centro de Estudios Leoneses que, éste sí, se centre exclusivamente en la investigación científica -”repetimos, científica-” de la historia, etnografía, patrimonio y demás aspectos del país, algo que necesitamos como el comer dada la indigencia actual en que nos movemos en este sentido, sobre todo si nos comparamos con otros territorios.

Incluido en él, o autónomo, y, como el anterior, con capacidad de acción interprovincial (León, Zamora, Salamanca), se hace imprescindible un instituto lingüístico, profesional y académico, que clarifique, compendie y gestione el amplio y nebuloso patrimonio lingüístico leonés, con la filología como única arma.

Lo primero es la cultura. Sin política ni partidismos. Pero hay miedo a la cultura. Mucho. Más del que parece.

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