Diario de León
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El rincón | manuel alcántara

La guerra, que sigue siendo odiada por las madres de cualquier nacionalidad, continúa gozando del mayor aprecio por los Estados Mayores y por otros más chicos. Cada vez se ha repudiado más como conflicto, por lo que tiene de fracaso de un intento de entenderse entre antagonistas, y cada vez se nos ha hablado más de guerras necesarias, o inevitables, o justas, adjetivos inadecuadamente apropiados para nombrar algo que es mucho más antiguo que la gramática. Un tal Aristóteles nos dejó dicho que el objetivo de cualquier guerra es conseguir la paz, pero la historia no siempre es aristotélica y después de cada situación beligerante viene la opresión, la venganza y la injusticia. Como jamás ha existido eso que llaman experiencia colectiva, las desavenencias entre naciones han existido siempre. (A mí me pilló una en la misma nación, cuando tenía ocho años, y aún colea todavía, ya que quedan fosas sin remover, pero no son lo mismo ocho años que ochenta). Su Majestad el Rey ha instado a los militares a estar preparados para afrontar de manera dinámica, «amenazas complejas e inciertas».

Lo de menos es que el presidente Zapatero llegara tarde a la Plaza de la Armería, ya que nos tiene acostumbrados a su tardanza para intentar solucionar otras cosas, lo peor es que esas amenazas son reales, y digo reales en el recto sentido de la palabra. ¿Qué está pasando para que el rechazo a la guerra sea cada vez más unánime y necesitemos cada vez más soldados para mandarlos a Afganistán, ¿qué modelo político hemos adoptado? Sin duda no es el que corresponde a nuestra talla internacional, pero estamos obligados a desfilar por la pasarela. Aquí disponemos de más carne de cañón que de cañones y en este mundo globalizado cada nación ofrece lo que tiene. Por lo menos hasta que ese mundo explote.

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