Fronteras
El rincón | manuel alcántara
Lo que llaman, quizá exageradamente, «islamización» de Europa, nos tendría muy preocupados si no nos tuvieran inquietos otras cosas más inquietantes. El Euribor nos sigue inquietando más que Mahoma. Sabemos que hay invasiones tan lentas que cuando repercutan en las poblaciones vivas les traerán sin cuidado a los invadidos. «Ahí me las den todas», dirán. Una cosa es ser mozárabes y otras contemporáneos. Eso de residir en la actualidad no ha traído nunca la buena suerte. Es altamente preferible estudiar serenamente la Historia que ser testigo de cualquiera de sus páginas. El sagrado polvillo de las bibliotecas puede hacerle estornudar a los eruditos, pero los contemporáneos cogen unas pulmonías tan tremendas que en muchos casos son las últimas, que no se curan. ¿En qué quedará todo esto de someter a escáneres corporales, para que os viajeros se despeloten en los aeropuertos, o de exigir el -˜burka-™, para que todo el mundo tenga que dar la cara? Ya sabemos que como en casa no se está en ninguna parte, salvo si se es -˜okupa-™, pero tampoco hay que ponerse así. Ahora hay una verdadera coalición contra los viajeros. Todo el que se mueva adquiere la condición de sospechoso, pero nos gusta movernos sin que crean que estamos tramando alguna maldad. No sé quién dijo eso de que a quienes más les gusta que los cambien es a los bebés mojados. También a los demás nos satisface poder hacerlo.
Se está poniendo muy difícil moverse por el mundo, pero tampoco es fácil quedarse quieto. Hablar de «Estado policial» se ha vuelto una redundancia. Hay más policías que terroristas, pero como no es posible asustar o cohibir a quienes traman desdichas, los Gobiernos se remiten a acojonar a las personas decentes, que por suerte son muchas más numerosas. Aunque de momento estén teniendo peor suerte que las otras, que nunca tienen fronteras.