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León

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Crónica semanal manuel campo vidal

Como en esas finales de fútbol en las que salta al campo una estrella que corría la banda, Rodrigo Rato en pocos días será un jugador destacado en la eliminatoria que disputan PSOE y PP. Atención a su juego porque es un veterano con clase, garra y que quiere ser balón de oro. Llega procedente de Washington, donde era capitán del FMI (Fondo Monetario Internacional) y se ha pasado año y medio descansando, ganando dinero y tomando nota. En su libreta están los nombres de los que él apoyó y a su vuelta le dieron la espalda -”Esperanza Aguirre, la campeona-”, de los que ni siquiera le han llamado por teléfono en este tiempo -”parece que Mariano Rajoy poco-” y de los que se mantuvieron como fieles durante su travesía del desierto. Entre ellos el todavía diputado Manuel Pizarro quien, tras la marcha de Rato al FMI, comentó a este cronista: «Es muy importante el puesto, pero Rodrigo lo que desea es ser presidente del Gobierno de su país». Debe ser verdad porque en Washington duró tres años -”lo mínimo para asegurarse una excelente pensión-” y se puso a calentar por si Mariano se lesionaba o era expulsado del campo. Su dimisión en el FMI -”lo de «razones personales» no resulta creíble-” hizo pensar a Zapatero y a Rajoy que volvía para estar cerca y disponible, aunque él los llamó para decirles que no volvía a la política.

Ahora reaparece, no en la carrera presidencial, pero sí en la presidencia de Caja Madrid, un puente de mando sobre el que dirigir su nave a cualquier proceloso mar. Estará en unos días en el escaparate y no perdido en millonarios consejos sin visibilidad. Se encuentra una entidad con vías de agua pero que es un portaviones. Su anterior comandante, Miguel Blesa, no pudo meterse en reparaciones porque la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, lo desestabilizaba para sustituirlo por su vicepresidente, Ignacio González, al que debe un favor que sólo ellos saben, y los más informados imaginan, tan importante como para poner en riesgo la solvencia de la entidad. Pero entró en juego Zapatero, y también Rajoy, impidieron la devolución del favor y despejaron la zona para que Rodrigo Rato llegara con la esperanza de aparcarlo allí.

Y allí estará antes de fin de mes, votado por unanimidad, generando especulaciones políticas mientras toma decisiones económicas serias y de relevancia. Hay constancia fehaciente de que hay algunos presidentes de cajas de ahorros con problemas que lo temen, mientras que otros, secretamente, lo desean. Los primeros temen ser absorbidos sin más y los segundos aspiran a serlo, aunque disimulen, a cambio de protección para tapar sus errores. La primera pieza a cazar, pequeña y cercana, era Caja Guadalajara pero Rodrigo llega tarde porque ya están listos los protocolos para su absorción por Cajasol, la entidad que preside Antonio Pulido. No importa: de Rato se conoce su afición a la caza mayor y suele hacer kilómetros para cobrarse piezas suculentas en comunidades autónomas distantes de Madrid.

Su andadura será relevante pero económica, de momento, porque Mariano Rajoy está seguro en su puesto y con buenas perspectivas. Es verdad que debería ir ganando por más goles sobre un Zapatero debilitado pero todas los exámenes desde su derrota de hace dos años los ha superado con solvencia. Congreso de Valencia: 85 a 15. Elecciones gallegas: victoria inesperada después de convertirse en co-candidato. Dejó las ciudades para Núñez Feijóo, la imagen de la renovación, y se fue a ganar votos en el rural que era su asignatura pendiente. País Vasco: tiene la llave del gobierno por primera vez en la historia. Encuestas: progresa adecuadamente. Enemigos: para el puesto que deseaba, Esperanza ya hace poco honor a su nombre. Y Camps sigue ido, desquitándose con venganzas del fracaso de sus sueños imperiales. La última ha sido vetar a todos los socialistas en la renovación de Bancaja -”«!fuera esos que me quieren meter en la cárcel!»-” decisión muy criticada incluso por los empresarios valencianos, nada partidarios de la guerra civil entre políticos. A lo dicho: abróchense los cinturones que llega la turbulencia Rodrigo. Y hay para rato.

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