Diario de León
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De siete en siete | Rafael monje

La imagen del bombero leonés Óscar Vega portando en brazos a un niño de dos años que ha renacido entre los escombros de Puerto Príncipe (Haití) no sólo ha dado la vuelta al mundo sino que ha removido las conciencias y ha e spoleado los sentimientos más adormecidos, las muestras de solidaridad y, si me permiten, el orgullo de lo propio. Hasta la asolada capital haitiana se han desplazado siete miembros especializados en rescate de la Junta de Castilla y León y el trabajo, en medio de la desolación y la muerte, ha dado sus frutos de la mejor forma posible: devolviendo a la vida a personas literalmente tragadas por el devastador terremoto. El Grupo de Rescate de la Consejería de Interior lo conforman 40 especialistas. El pasado año contabilizaron 127 actuaciones, muchas de ellas en alta montaña, y socorrieron a 59 víctimas. Es la primera vez que como tal salen fuera y, lamentablemente, me temo que no será la última, porque las desgracias se ceban siempre con los más débiles, con los más necesitados y hambrientos. La labor humanitaria del equipo enviado por Castilla y León es encomiable sólo por el hecho de acudir a una tierra rota en la que la muerte y la vida se confunden bajo el mismo cielo. La solidaridad de la que tantas veces hablamos desde los despachos y las cómodas moquetas tiene caras y nombres para satisfacción de quienes confiamos en las posibilidades de una tierra plural, extensa e impunemente vapuleada. Qué quieren que les diga, esa imagen bien vale otros 27 años de autonomía. La Comunidad, con todos sus defectos, que los tiene, se configura, en cambio, como el mejor sistema de organización que nos hemos dado libremente. El problema está en demasiadas ocasiones en nosotros mismos, en esa incredulidad atávica que nos hace mirar con recelo hasta nuestros propios avances como sociedad. Estamos huérfanos de sentimiento de pertenencia a esta tierra y muchas veces carecemos de la suficiente valentía para defender conjuntamente nuestros derechos y anhelos. Aquí solemos ir cada uno a lo nuestro, mirándonos el ombligo. Ése es el problema que subyace en la habitual confrontación entre provincias. Por eso, el esfuerzo de un equipo de rescate que lleva el sello de Castilla y León, salvando vidas a 7.000 kilómetros de distancia, es para felicitarse, aún en medio del holocausto de Puerto Príncipe. Creo que fue Kant quien dijo que lo terrible no es un terremoto, sino la injusticia. En lo primero, todos los gobiernos deben hacer un esfuerzo coordinado para prevenir y, en su caso, atender con celeridad a quienes sufren cualquier catástrofe. Y en lo segundo, allá cada uno con su conciencia, porque es un asunto que n os compete desde nuestros propios adentros.

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