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León

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El aullido | luis artigue

Son los esclavos posmodernos? Algunos ayuntamientos de este país apostaron esta semana por rechazar el empadronamiento de los seres humanos sin papeles que han huido del hambre navegando dentro de sobres de sopa o algo así. Les niegan la dignidad jurídica a quienes viven aquí hacinados, trabajan en lo que nosotros no queremos y cobran en b, si cobran: estamos ante un institucional intento de reducción del gasto que da que pensar.

Hay quien dice que se trata así de recortar los derechos de quienes apenas los tienen para igualar su estatus al canino, y asimismo no falta quien apunta a que nuestro generoso estado del bienestar también está en crisis, que actualmente las entidades locales menores hacen lo que deben pero dejan a deber lo que hacen, que la cobertura social generalizada alienta la picaresca y el inmovilismo laboral, y que realmente la economía general de las arcas municipales ya no da para más-¦

En todo debate económico subyace uno sobre valores humanos. Macrodesgracias como la recientemente acontecida en Haití provocan que aflore la mala conciencia del llamado primer mundo, la nuestra, pero la realidad es que, como una conferencia pronunciada en el Parador de San Marcos nos explicaba José Luis Sanpedro, para que los cinco continentes gocen del nivel de vida de Estados Unidos los recursos de que dispone el planeta deberían multiplicarse por cuarenta: por eso, porque la injusticia sostiene nuestro estado del bienestar, la pobreza nos conmueve pero en tiempo de crisis siempre el egoísmo hace sus llamados.

En este sentido Sampedro, frente a la actual globalización económica que ahonda la pobreza, mandó el mensaje a nuestros políticos e investigadores de que habían de orientar el progreso técnico hacia el interés social, y apostar por la globalización de la justicia (asimismo Sampedro nos invitó a los ciudadanos rasos a situarnos junto a quienes participan y protestan contra un mundo desprovisto de valores).

Del mismo modo esta determinación de algunos ayuntamientos hacia los sin papeles me ha traído a la memoria unas palabras esclarecedoras de Manuel Vicent: «Nunca ha habido imperios sin esclavos. Todos los coliseos, acueductos, calzadas, murallas, castillos y catedrales se elevaron sobre musculaturas humanas sometidas a un ideal. Debajo de una gran epopeya siempre hay una gran ignominia. El imperio español iba directo hacia Dios, pero antes hubo que cazar negros a lazo, llevarlos a América y someterlos a trabajos forzados. Inglaterra era la dueña del mundo mientras en sus minas de carbón en el siglo XIX todavía trabajaban niños 16 horas diarias, lo que permitía a la aristocracia británica fundar todos los deportes y tomar el té rizando el meñique.

En Estados Unidos fue abolida la esclavitud por Lincoln en 1862, pero son millones aún las hormigas sin papeles que duermen en sótanos clandestinos de la ciudad sometidas a la servidumbre de alargar la mano y agachar la cabeza. Generalmente se considera que el imperio de Norteamérica, que muerde más de lo que puede tragar, se halla en la fase final de su curva histórica... La civilización que más esclavos tenga será la que asuma el protagonismo del siglo XXI».

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