Venta de huérfanos

El rincón | manuel alcántara

Los cronistas más audaces, que son los que siempre llegan los primeros d espués de las catástrofes, ya que si hubieran acudido antes no podrían relatarlas, aseguran que la vida se está abriendo paso poco a poco en Haití. Le cuesta avanzar, porque tiene que pisar muchos cadáveres. EE UU se dispone a enviar otros 4.000 soldados más al país caribeño que ha dejado de ser no sólo un país del Caribe, sino una nación que figuraba en el atlas. Quizá sea una estrella más en el firmamento móvil de la bandera americana.

Nunca se sabe, pero acaso no sería lo peor que podría ocurrirle a los supervivientes. De momento, lo que sí sabemos es que hay muchas dificultades para adoptar a los niños que quedaron con vida después el terrible terremoto. La tierra volvió a temblar y ahora los que tiemblan son los que quieren acoger en sus casas a los que no tienen casa. Hay muchas solicitudes de hogares que desean incrementar el número de sus habitantes incorporando niños y niñas haitianos, pero la adopción no es fácil. Se entiende que no lo sea, pero no que sea imposible. Hay gente mala, que va apestando el mundo y hay que tomar precauciones. Bandas organizadas que disfrazan buenos sentimientos de solidaridad para reclutar adolescentes que luego destinan a la prostitución o a la mendicidad. ¿A quién se le entrega un niño o una niña de color canela o de yodo? El color de la infancia siempre es el de la inocencia. ¿Qué será de esas criaturas de ojos agrandados por el terror y de apretada miel en sus frágiles cuerpos? Sus mayores han muerto. No entienden lo que les ha pasado. Nadie lo entiende. Somos capaces de repartir desgracias y piedades. En cierto sentido, vivimos como Dios, que lleva mucho tiempo haciendo lo mismo.