Diario de León
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Al trasluz | eduardo Aguirre

Ali Agca ha salido ya de la cárcel. El hombre que disparó contra Juan Pablo II afirma ser el nuevo Cristo, que escribirá una Biblia perfecta, que en este siglo todos los seres humanos moriremos, pero sigue sin desvelar quiénes le encargaron el magnicidio. También proclama que el Papa polaco fue un hombre extraordinario; en eso no delira, lo fue. Dicen que quiere enriquecerse contando su caso y apareciendo en televisión. Como Gollum a la búsqueda del anillo único, quizá también su siniestra presencia sea una pieza necesaria en la historia. El Papa polaco lo visitó en prisión y le perdonó. Todo lo referente a aquel atentado, en sus aspectos policiales, sigue envuelto en misterio, pero se trata de enigmas mundanos: espías, conspiraciones internacionales, asesinos, en definitiva, la vieja historia del mundo, nada que no pueda explicarse con la desclasificación de un archivo secreto, o que no esté ya en Homero y en las tragedias shakesperianas sobre el poder; en cambio, aquel perdón del Pontífice recorre laberintos más intrincados, aunque a la vez mucho más sencillos en su pureza.

El Vaticano permitirá a Agca rezar ante la tumba de Wojtyla, como ha solicitado. No sabemos qué trama, y saberlo nos despierta cierta curiosidad; posiblemente, sólo se trate de otro impulso de histrionismo. Fue perdonado por su víctima, ese es el gran arcano, superior aún a descifrar de quiénes partieron las órdenes, aunque nos gustaría saberlo, pese a la conspiración de mutismos. El perdón es el enigma sagrado. Pero hay muchos más, vivimos con ellos, los portamos con nosotros, como tatuajes que nos guían. ¿Quieres un misterio de anteayer mismo? Todavía siguen apareciendo supervivientes entre los escombros de Haiti. ¿Necesitas más ejemplos?

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