El Gobierno, al fin, actúa... o no
Opinión | fernando jáureguii
Aseguran que el Consejo de Ministros de este viernes va a ser importante. Que, por fin, se ha puesto las pilas -”lo de la Ley de Economía Sostenible no puede ser calificado propiamente como un «plan de choque»-” y va a anunciar un plan de austeridad. Un plan duro, que incluye un severo recorte en el gasto público -”se ha de cincuenta mil millones hasta 2013-”, un reconocimiento de que las pensiones no pueden seguir subiendo como hasta ahora y una propuesta para retrasar la edad de jubilación.
Así, a priori, sin conocer aún la letra pequeña, que imagino que nos detallará este viernes la vicepresidenta económica, he de decir que no me parece mal agarrar al toro por los cuernos y decirles a los españoles, de una vez, que hay que afrontar al menos un año de cierta «sangre, sudor y lágrimas». El país está maduro, me parece, para estos anuncios realistas, al tiempo que parece un poco harto de que le pronostiquen brotes verdes y se le asegure que ya hemos salido de la recesión, mientras los «gurús» de la economía mundial nos arrean palo tras palo, aprovechando el foro de Davos para calificarnos como «el enfermo de Europa», y el Fondo Monetario Internacional nos coloca en la temida «columna de la izquierda», la de los que decrecen, mientras todos los demás están en la columna de la derecha.
Lo cierto es que la opinión pública española parece estar algo escéptica ante la ducha escocesa a la que se la somete desde los distintos poderes, y es imprescindible que quien debe conducir el autobús demuestre que está, de verdad, al volante y presente ante los foros internacionales una imagen más positiva de una España que mantiene su prestigio, pero cada vez más resquebrajado. Hacen falta medidas fuertes, impactantes, decisiones de gran altura. Y no puede ser otro que el mismísimo presidente del Gobierno quien las lidere. Un ejército de más de cuatro millones de parados y de otros tantos que temen estarlo el día de mañana aguarda no milagros, sino realidades tangibles. No anuncios de bonanza por venir, sino soluciones para ahora mismo. Ya no se trata de que sea conveniente, sino, en mi opinión, de que no cabe otro remedio: no habrá reducción importante del gasto público sin un gran pacto político que englobe a las autonomías y a las corporaciones locales para frenar hasta el menor derroche. ¿Cómo, si no, iba a reducir la Administración central por sí sola un gasto de doce mil quinientos millones cada año? ¿Suprimiendo un par de ministerios, como le pidió el Congreso de los Diputados? Sería un gesto, pero eso es eliminar el chocolate del loro.
Comprendo que esto del gran pacto es un tema recurrente. Pero sigo sin entender que los dos principales líderes políticos de este país lleven meses anunciando que se van a reunir de manera inminente en La Moncloa y nada haya ocurrido, excepto un par de acuerdos telefónicos significativos -”la presidencia de Rato en Caja Madrid, la de Oliart en RTVE-”, pero de alcance claramente limitado. Insisto: no queda otra salida que pactar, olvidarse de partidismos y alentar, en cambio, el patriotismo.