OPINIÓN | DE SIETE EN SIETE
Indefinición energética
De siete en siete | rafael monje
El debate político, lejos de serenarse, se agria cada vez más y, lo que es peor, parece alejarse del sentir social y de las preocupaciones reales de la gente y la calle. El penúltimo enfrentamiento hunde sus raíces en la futura ubicación de un almacén nuclear en el que, a tenor de las declaraciones, los alcaldes de esa docena de pueblos que optan a acoger el polémico recinto de residuos superan en altura de miras a muchos líderes nacionales, abonados permanentemente al «y tú más». Sin duda, el debate sobre el llamado «mix energético» está pendiente en este país, pero a los ayuntamientos que han acudido a la convocatoria del Ejecutivo les mueve más bien ese legítimo intento por evitar la desaparición de sus pueblos, muchos de ellos pequeños núcleos rurales que agonizan lentamente. Es razonable, por tanto, que se postulen para albergar un proyecto que conlleva una inversión de 700 millones de euros y decenas de puestos de trabajo. Para ellos es, seguramente, el último clavo ardiendo al que agarrarse, aunque no entiendan mucho de residuos atómicos y mucho menos de polémicas estériles. Quienes viven allí saben que el único lugar que crece año tras año es el cementerio y, por eso, que les hablen ahora de otro cementerio, por muy nuclear que sea, les debe dar hasta la risa. Otra cosa es el lamentable espectáculo de convertir un asunto tan sensible como éste en una rifa de caseta de feria, pero quienes más critican este desaguisado son los que decidieron hace años que el proceso fuera así de vergonzoso.
Al Ejecutivo le corresponde la decisión y, por ello, debería deshojar la margarita antes de que la flor se le acabe marchitando en la mano, pero tampoco se entiende la incoherencia de quienes pretenden ejercer de árbitros y jueces a costa de sustraer la autonomía municipal. La debilidad del Gobierno para afrontar con rigor el modelo energético no parece la mejor forma de atajar un debate abierto demasiado tiempo. No creo tampoco que estemos en disposición de renegar de una energía que evitará soplar todos a una las aspas de las torres eólicas cuando el viento descanse o estudiar a la luz de las velas cuando no llueva lo suficiente para llenar los pantanos. Estamos, pues, ante un debate que trasciende el ideario político para situarse en el plano tecnológico y científico, en el dilema de si queremos ser un país con dependencia y déficit energético o una nación capaz de situarse a la vanguardia de los países más avanzados y sostenibles.
En la polémica del emplazamiento del almacén temporal de residuos subyace flagrantemente la incertidumbre sobre el futuro energético de España, un asunto vital que incluso se debería abordar desde una concepción supranacional como se hace ya en otras materias -"ver moneda única o Espacio Europeo de Educación Superior-. Estamos ante un escenario en el que la altura de miras de los responsables políticos debe elevarse, porque tampoco se comprendería que la misma comunidad que puede acoger el ATC, con una vida estimada de 60 años, asista en unos meses al cierre en su territorio de un reactor nuclear que técnicamente presenta condiciones para alargar su vida útil otra década. Si como dice un buen amigo, todo consiste en garantizar la identidad y nadie la igualdad, mal vamos. Ahí, como en el presente debate, es más importante una visión de conjunto, consensuar un modelo energético para el país y la igualdad de oportunidades entre todos los españoles que el PP y el PSOE juntos.