Obama y la política

Encerrarse con los tiburones republicanos para hablar exclusivamente y sinceramente de política y pedir colaboración, después de la derrota sufrida por los demócratas de Massachusetts revela un talante ciertamente extraordinario por parte del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. El diálogo, para él, no sólo es un enunciado, un simple eslogan, sino que lo aplica a la búsqueda continua de acuerdos en la sincera convicción de que siempre puede haber un punto de encuentro, por pequeño que sea, en medio de la mayor de las diferencias.

En España el reflejo de Obama es muy difícil de soportar porque la vida política está contraída sobre la confrontación como tecnología obligatoria. En los dos partidos hay especialistas en el desencuentro. José Luis Rodríguez Zapatero, que se hizo carne presidencial presumiendo de «talante», en el fondo está encantado cada vez que el Partido Popular saca su lado más oscuro, porque la secreta esperanza del líder socialista es que el partido conservador termine por asustar al electorado de centro y centro izquierda y acuda a votar socialista aunque esté sumido en la mayor decepción.

Que el presidente Barack Obama ofrezca y ejerza diálogo político en mitad de la campaña feroz del Partido Republicano confirma el liderazgo del presidente norteamericano, la firmeza de sus convicciones, su valor político y innegable capacidad dialéctica para defender sus ideas y sus programas incluso en los terrenos más pantanosos. La política norteamericana está recobrando un prestigio que había perdido en el mundo. La imagen de Norteamérica se corrige en los circuitos progresistas en los que el antiimperialismo era una seña de identidad inamovible. En las peores circunstancias, con los pronósticos en contra, Barack Obama se reinventa sin perder sus señas de identidad. Sencillamente es un político que está haciendo política. ¿Se nos había olvidado?