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León

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A esgaya | emilio gancedo

No corren buenos tiempos para los bancos y cajas de ahorro de España. ¿Para todos? ¡no! Hay uno que florece como capullo primaveral y al que prestan oídos y arriman euros los prebostes del súper gobierno imperial meseteño. Atención, damas y caballeros, estamos hablando de... (redoble y música de intriga)... ¡el banco de pensadores de Castilla y León! (exclamaciones, admiración).

El banco de pensadores, para los que no conozcan este maravilloso artilugio, es un invento que reúne a doce personas que piensan (??), que hablan sobre problemas (¡?) y que proponen soluciones (!!). O sea, lo que hacemos en Cá Mina los sábados por la noche pero llevando corbata y tomando capuchinos en vez de ron Velero. Aunque los capuchinos que toman estos señores deben de estar algo rancios, porque tengo escuchadas ideas mucho más claras, originales y sensatas a los parroquianos de Mina que a estos doce apóstoles de la castellanoleonesidad (¡uf!). Sólo hay que ver, por ejemplo, sus últimas conclusiones: «La comunidad debe salir de la sombra». «La comunidad tiene que tener mayor presencia en los debates políticos nacionales para ganar identidad». «No ha de ser una voz de seguidismo». «La prensa nacional no se hace eco de los logros y avances de la comunidad»....

Sin duda, estamos ante verdaderos faros de luz y raciocinio. Pero para este viaje no había necesidad de ayuntar pensadores y pensatrices. Sólo hay que escuchar a la gente. Tan sencillo como eso. Hagan la prueba. Y la gente les hablará... de que esto no funciona. Así de crudo. De que ésta es una comunidad fallida. De hecho, no es una comunidad, palabra que denota unión, complicidad, cariño, historia compartida, apoyo mutuo. Nunca lo fue, y no va a serlo ahora por mucho pensador y mucha morterada que le echen al pozo.

Pero esto ya lo dijo antes no el Banco de Pensadores, sino los Pensadores del Banco. Los viejines de la Cepeda. «¿Castilla y León? Es eso que sale en el parte , ¿no?».