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Publicado por
Cayetano González
León

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En el filo |

No estoy muy seguro de que nuestro Presidente del Gobierno, entre oración y oración junto a Obama, haya tenido un minuto para reflexionar sobre el ciclón que se ha desatado en España en torno a lo que tiene que hacer para salir de la grave crisis política y económica en la que estamos. Los hechos son los siguientes: algún barón socialista, como el presidente de Castilla-la Mancha, ha pedido públicamente a Zapatero que proceda cuanto antes a un cambio profundo de su gobierno. Esperanza Aguirre solicita elecciones anticipadas; los «guerristas» -"que nadie sabe muy bien ni quiénes ni cuántos son-" creen que ha llegado el momento de hacer un gobierno de concentración nacional con el PP. Y los populares no descartan una moción de censura, que necesitaría el apoyo de los nacionalistas vascos y catalanes para salir adelante. El panorama para el presidente es pues como para que tome la decisión de quedarse en Washington unos días y seguir rezando para que escampe pronto. Realmente un cambio de gobierno arreglaría algo las cosas? Sinceramente creo que no, porque el problema no es la incapacidad manifiesta de algunos ministros/as, sino la del capitán de la nave. En cuanto al gobierno de concentración nacional propuesto por los «guerristas», en teoría no es una mala idea, pero no se porque me da que no veo a Zapatero aceptando la idea que tiene que pedirle ayuda a Mariano Rajoy. La moción de censura del PP es algo que está previsto en la Constitución y que tiene una doble virtualidad: en caso de salir adelante, el presidente no tendría otro remedio que dimitir y convocar elecciones, y en el supuesto contrario, al menos serviría para que los populares y mas específicamente Rajoy pudieran presentar en sociedad su alternativa de gobierno, que en algunos extremos todavía permanece difusa.

Por lo tanto, parece evidente que la solución mas aconsejable desde el punto de vista democrático sería la de las elecciones anticipadas. Es decir, ante la situación de grave deterioro económico e institucional que sufre España, dar la palabra a los ciudadanos para que estos pudieran decidir si quieren que la nave del Gobierno la siga pilotando el actual Presidente o, si por el contrario, consideran que ha llegado el momento del cambio. Esta solución sólo tiene un problema y es que la potestad de adelantar o no unas elecciones corresponde según la Constitución al propio presidente y no parece que Zapatero esté por la labor.

Ningún presidente del Gobierno suele suicidarse, políticamente hablando. Zapatero sabe de sobra, y así lo corroboran todas las encuestas, que si ahora convocara elecciones el PP las ganaría por un margen de entre tres y seis puntos. El presidente querrá fiar su suerte a que en estos dos años que quedan hasta las elecciones generales del 2012, la recuperación económica sea una realidad, o a que la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña no le deje con las «vergüenzas» al aire, o vaya usted a saber en que confía el presidente. Pero lo que está ya meridianamente claro es que Zapatero ya no forma parte de la solución del problema. El es, en carne mortal, el auténtico problema.