Diario de León
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El aullido | Luis Artigue

Andrés Trapiello los llama «los nietos del Cid» y algo, mucho, tienen que decirnos sobre nuestra delicada situación actual...

En 1898, tras la pérdida de las colonias americanas, este país n uestro subido y fanfarrón tuvo que sumirse en la perplejidad al contemplarse a sí mismo no como el optimismo compulsivo de los políticos decía que era, sino como la cruda realidad dictaba que era. El país en su conjunto, que había sido joven, fuerte y dinámico, tuvo obligatoriamente que mirarse al espejo y contemplarse así, calvo, tripón, ojeroso, ajado, uno de tantos.

Fue entonces cuando Antonio Machado, Unamuno, Azorín y el resto de intelectuales de la Generación del 98 -”«los nietos del Cid»-” nos ayudaron a volver al realismo del que nos habían apartado nuestros gobernantes. Y lo hicieron ocupándose primero en reflexionar sobre qué es España (ellos encontraron, por cierto, la esencia de este país en Castilla).

En efecto España parece necesitar un varapalo de vez en cuando para, más allá de triunfalismos del tipo somos la octava economía del mundo, hemos superado ya a Italia, vamos a ingresar en el G8, y así por el estilo, tomar conciencia de cual es nuestra verdadera posición en Europa y en el mundo, que al parecer no es la de los cuerpos musculazos de gimn asio sino la de los toma cervezas con tapa y viva hoy por si mañana no llega-¦

Esta semana los analistas europeos, tras señalar que las grandes potencias económicas empiezan a abandonar la recesión, concluyeron sin paliativos que nosotros seríamos el furgón de cola de la Europa boyante: a tal anuncio ha seguido un desplome de nuestra bolsa debido a la consigna de los inversores extranjeros de «vende España»: por mucho optimismo político que se despliegue aquí al final la realidad siempre se impone.

Pero como bien supieron hacer los nietos del Cid no hemos de desmoralizarnos y ya está -”nada peor que que nos gobierne gente triste-”: más bien se trata de saber que la realidad es un factor de corrección que obra en nuestro favor al rescatarnos de la ilusión, esto es, de la mentira. Una crisis económica y/o bursátil no es necesariamente la antesala del Apocalipsis: también puede entenderse como un aviso serio que nos reconduzca hacia la buena dirección.

En efecto si algo aprendemos de la Generación del 98 es en mi opinión que la cruda realidad viene a poner este país en su sitio para recordarnos que somos pocos y nos necesitamos todos; que en la unión está la fuerza, la división debilita, y la independencia siempre cuesta dinero. ¿El gobierno debe apoyarse hoy en lo que a todos nos fortalece como país o en lo que a él le fortalece como gobierno? España es un país de florecimiento aún demasiado joven y quebradizo, y por eso no se puede aquí dar nada por sentado: nuestros cimientos en el llamado estado del bienestar poseen una fragilidad de la que carecen los más grandes. Saberlo no nos degrada sino sólo nos demanda imaginación, valentía y nuevas pautas: esta semana la revista Temas para el debate, c uyo consejo de redacción preside Alfonso Guerra, propuso un gobierno de coalición a la alemana entre el PSOE y el PP para enfrentarse a la dura crisis eco nómica-¦ ¡La idea no es estúpida!

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