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León

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En blanco | javier tomé

Entre la apabullante irrupción de malas noticias que nos acosa por babor y estribor, reconforta en grado sumo que dos primeros espadas de la política castellanoleonesa eleven sus sensatas voces en defensa de las corridas de toros, ese simpático espectáculo en que se somete a un animal inocente a la más lenta y agónica muerte. Y hacen lo propio, pues el mundo del tronío y la farándula cornúpeta no merece el desprecio que parece consolidarse entre los catalanes, ofuscados en una tormenta de mentiras y tópicos a propósito de la bien llamada fiesta nacional. Para demostrar que vivimos en una Comunidad donde los hombres cascan las nueces con los dientes, el secretario general del PSOE, Oscar López, ha invitado a una delegación de políticos catalanes a visitar una dehesa en Salamanca, antes de que su Parlamento prohíba esa vesania orquestada y jaleada. Y no es que don Oscar se haya fumado algo espeso, sino que para elevar su posición en el top de «la alegría de la huerta» pretende luchar a brazo partido en defensa de los supuestos intereses agropecuarios y ganaderos de la Comunidad. Noble instinto el suyo.

Otro macho muy de verdad ha tomado el relevo, pues el consejero de Interior y Justicia, Alfredo Fernández Mañueco, exige al Gobierno una ley de mentalidad rancia que recoja «expresamente el derecho de todos los españoles a acudir a los festejos taurinos», con la intención de perpetuar para las generaciones venideras tan regocijante despliegue de tortura y casquería pública. Aunque suene a cosa de coña, ambos dignatarios van más allá de lo exigible en su vocación de servicio y, a modo de ejemplo pedagógico, piden que se les lidie a ellos mismos, con el propósito de que los poco patriotas catalanes se caigan de una vez del guindo. Ante semejante entrega al común, a uno se le llenan los ojos de lágrimas y sólo puede exclamar. ¡Benditos sean y olé!

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