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Publicado por
León

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Mar de fondo | carmen tapia

Una de cada cinco personas contestaron a una encuesta que preferirían pasar el día de San Valentín con su mascota antes que con su pareja. Yo hubiera contestado lo mismo. No por desamor sino por rebeldía. La publicidad machacona -”qué placer indescriptible la ausencia de publicidad en televisión española-” nos recuerda desde hace días, año tras año, que es hora de regalar y las firmas comerciales se atreven a proponer infinidad de alternativas que compiten por ser originales, económicas, tradicionales, asequibles, innovadoras... es la mejor manera de hacer el agosto en febrero y lo que es peor, colocan los sentimientos en las estanterías centrales a la altura de los ojos. El mensaje es claro: usted necesita comprar este regalo para demostrar a su pareja que es el amor de su vida. Confío en que a base de encuestas y respuestas como éstas nos dejan en paz, aunque el siguiente objetivo del mercado serían las mascotas, que también están en la lista de las garras comerciales. Tampoco están libres del bombardeo publicitario los singles, un eufemismo de la persona soltera de toda la vida. Como cada vez son legión, el márketing de las empresas vendedoras de productos innecesarios inventó un espacio en el supermercado social para ellos y ellas. Cuentan que Sócrates, que murió como Jesús de Nazaret sin dejar ningún legado escrito de su puño y letra, paseaba un día por una plaza donde ofrecía sus discursos y al ver los puestos del mercado exclamó: ¡Hay que ver cuántas cosas que no necesito!. No sé definir el amor, pero sea lo que fuere no está en los catálogos comerciales, ni copia costumbres. Sólo para la reflexión, me quedo con el mensaje de Herman Hesse, que tanto sufrió por amor, y describió en El Lobo Estepario una certeza contundente: «Una y otra a vez se aferra uno a las cosas a las que ha tomado cariño y piensa que se trata de fidelidad, pero es sólo pereza». El amor para quien se lo trabaja, en definitiva.

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