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León

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Al día | carlos carnicero

Entendí, por primera vez, que eran «los mercados» en la estación de Holloway Road, a las cinco y media de la mañana. La mayoría de los viajeros dormían en sus asientos del metro londinense. Pero uno llevaba abierto un periódico económico en horario de trabajadores con oficios tan duros como para empezar a las seis y media de la mañana. Había una foto de Elena Salgado sonriendo forzadamente. La portada hablaba que de que «España no era la costa de la crisis». Ya se sabe que para los británicos somos especialmente sol y playa. Creo que hay una venganza hacia la forma de vivir mediterránea. Ahorran durante todo el año para tener una semana de sol y no pueden consentir que nosotros tengamos tantos puentes y tantas playas. Hemos crecido demasiado en poco tiempo. El sistema de vida mediterráneo es una ensoñación que se sumerge en una inmensa siesta cuando ellos se comen un sándwich y nosotros hacemos la digestión del cocido o la paella; se les ha terminado por atragantar de pura envidia.

Han decidido, en expresión del Financial Times que «en España se acabó la fiesta». Y atacan el euro porque saben que somos el eslabón más débil de una cadena de disciplina resquebrajada que empieza en Amsterdam, continúa por Berlín y termina en París. A Zapatero le han roto el juguete de la presidencia de turno de Europa. Los mercados tienen un botón con el que ordenan vender euros y entonces se desencadena la mayor. Y ahora están dispuestos a hacer trabajar al sur de Europa que hasta ahora ha vivido del sol y de las aceitunas, en su particular forma de ver las cosas, que sin embargo tiene algo de razón. A las cinco y media de la mañana ya hay gente en el metro de Londres; incluso alguno lee prensa económica, aunque la mayoría llevan traje de faena. Han decidido que el sur empiece a trabajar como el norte y no entienden que somos distintos.