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León

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Crónica semanal manuel campo vidal

Cada uno lo expresa a su manera: «que se pongan de acuerdo», «que lo arreglen», «que dejen de pelearse y hagan algo»-¦ El Rey Juan Carlos lo dice así: «hace falta un pacto de Estado». Y Alfonso Guerra pide, ante la gravedad de la situación, «un gobierno de coalición». Pero en el fondo todos expresan el mismo deseo: «es hora de entenderse», como en los Pactos de la Moncloa, en otoño del 77. Repasen la fotografía y verán al entonces presidente Suárez, rutilante; al líder de la oposición, Felipe González, quizás menos feliz pero estaba allí; a Fraga, Carrillo y Roca, hasta agradecidos por salir en la foto, etcétera. Era la imagen de un esfuerzo colectivo para sacar a España de una grave crisis económica y, además, con una Constitución por hacer.

Existe, por tanto, un sólido punto de referencia para un pacto de Estado ante la grave crisis actual. Pero ni el Gobierno, ni el PP están en esa línea. Primeras consecuencias: gana en valoración Durán Lleida, que es lo más parecido a un hombre de Estado entre lo que corre por la política española. Y recoge intención de voto Rosa Diez, lo que no significa que encante a sus potenciales votantes, sino que se beneficia del voto de castigo a los dos grandes partidos incapaces de entenderse o de hacer propuestas sensatas para resolver la crisis. Ya verán como Rosa Diez, en Mayo del próximo año, obtendrá diputados en varias autonomías y decidirá el signo del Gobierno en Madrid porque es muy probable que, con su ascenso, Esperanza Aguirre pierda la mayoría absoluta.

Sin atender esa demanda de gran acuerdo anticrisis, el PSOE se encastilla asegurando que la situación económica va a mejor y que la recuperación se producirá en meses. El PP lo desmiente - «confunden la recuperación con el final de la recesión», ha dicho Montoro- pero en el fondo temen que eso sea cierto al entender que, a más crisis, más posibilidades electorales. Y de sus grandes líderes ni hablemos. El PP prefiere que los socialistas sigan estáticos porque un Zapatero muy desgastado beneficia sus expectativas de victoria. Y el PSOE suspira porque Mariano Rajoy no sea relevado al estimar que todavía es un candidato al que se puede batir dentro de dos años. Este es el país que tenemos.

¿Por qué el PP no acepta el diálogo sobre un posible Pacto de Estado?. Entre otras cosas, porque no quiere ser cómplice de medidas drásticas como las que habrá que tomar si no se quiere perder la batalla económica y el crédito internacional. Un ejemplo: reducir el salario a los funcionarios, como está sucediendo en muchas empresas, y quien sabe si introducir la posibilidad de que puedan perder su empleo si su productividad es manifiestamente baja. Otro: controlar los gastos disparados y disparatados de las Comunidades Autónomas. Sólo la austeridad del Gobierno central y las penurias municipales no bastarán para salir del apuro. Hay más ejemplos pero bastaría uno, solo uno, para justificar un acuerdo PSOE-PP, ampliado por supuesto a los poderosos y privilegiados sindicatos.

La negativa de Gobierno y oposición a tomar en serio la posibilidad de un acuerdo -”no ha sido posible ni el pacto educativo a pesar de que lo promovía Gabilondo, el mejor ministro de Educación que ha tenido Rodríguez Zapatero-” distancia a la ciudadanía de la política.

Cada partido vive enclaustrado en su mundo. En Madrid prosigue la batalla sorda entre Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre por posicionarse en las próximas elecciones detrás de Rajoy, por si tropieza. En Cataluña, el PSC de Montilla, ya en campaña, sufre la presión interna del sector más nacionalista -”Castells, Ernest Maragall, Nadal, etcétera-” que teme perder posiciones en las listas electorales. Montilla no contaba con esta rebelión y puede recuperar a Carme Chacón como número dos en las listas al Parlament. En el entorno de la ministra de Defensa, si se le pide ese sacrificio, desearían que se le compensara situándola meses después, como alcaldable por Barcelona. Ya veremos, pero queda claro: de pactos, nada. De baile de nombres, todo, desde el Gobierno a la oposición. Son tiempos difíciles y vienen tiempos movidos.

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