Diario de León
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Al trasluz | eduardo aguirre

L as imágenes dieron la vuelta al mundo. Oraciones entre las ruinas. Miles de haitianos asistiendo a misas, en los diversos cultos existentes en el país, al cumplirse un mes del devastador terremoto. Brazos implorantes, miradas al cielo, rezos, lágrimas de dolor, pero también cánticos de gratitud por haber sobrevivido, han motivado reflexiones desde la admiración al sarcasmo. El llamado silencio de Dios, su aparente mutismo ante el sufrimiento, y por qué lo permite, es algo sobre lo que nunca el catolicismo ha eludido pronunciarse, pues ya estaba en el Libro de Job . ¿Por qué existe el sufrimiento, por qué las mayores desgracias caen sobre los desfavorecidos?, nos preguntamos, pero también ¿de qué arcanos surge su esperanza? Los más desvalidos rara vez concluyen que es mejor morirse; en cambio, en los países desarrollados, la sola idea de reducir en una pequeña proporción el consumo diario de calorías provoca angustia vital. Para los desamparados, el infierno no son los otros. «Doy gracias a Dios porque me ha salvado», repetían. Tendemos a subestimar la fe de los pobres, a considerarla una reacción primaria, manifestaciones de subdesarrollo emocional, ingenuismo, un aferrarse en la tormenta a Santa Bárbara; sin embargo, independientemente de situaciones histriónicas o fanáticas, todo obedece a un misterio mayor: el de la existencia y su sentido trascendente. Haití se aferra a la vida, porque quiere vivir. El sufrimiento es un gran jeroglífico, pero no el único; también la felicidad, el amor, la compasión y el perdón lo son. Todos sabemos reír y llorar en todos los idiomas de la Tierra., pero por una inescrutable razón, algunas personas, ciertos pueblos, de las lágrimas conocen incluso los dialectos extinguidos. Y proclaman su fe. Entre las ruinas.

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