Diario de León
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El rincón | manuel alcántara

Nuestra historia es tan peculiar que se parece a todas las demás, pero nos está siendo dado conocerla en su inmediatez, antes de que pase a los libros de Historia. ¿Se aprende de esta «maestra de la vida»? Tiene eminentes profesores, pero pésimos discípulos. Umberto Eco dice que al presente sólo lo conocía a través de la pantalla de televisión, pero del Medievo, en cambio, tenía un conocimiento directo. Cualquier época produce descontentos, pero el revanchismo aún no ha sido debidamente estudiado. A nuestra modesta escala española podíamos ser un buen campo de trabajo.

La especial saña utilizada con Mario Conde, por supuesto no ajena de envidia, la ha heredado el múltiple juez Garzón. Está claro que nos gusta apedrear estatuas, incluso antes de que sean erigidas. El último ejemplo y ciertamente el menos importante, pero no el menos significativo, es Jaime de Marichalar. ¿Era necesaria tanta humillación pública? Al ex duque consorte de Lugo se le puede quitar su evanescente, o sea esfumable, condición aristocrática, pero no el hecho de que sus hijos sean nietos del Rey. Se puede perder las prebendas, sin duda excesivas, pero lo que no se puede es talar el árbol genealógico.

Somos un país excesivo, lo que sólo será tolerable hasta que no exceda la paciencia de sus ciudadanos, que ya están hasta los mismísimos. Nos hemos dado cuenta de que es fácil trasladar una pésima escultura del museo de cera, pero también de que todas las esculturas son de cera y el tiempo las funde. También sabemos que hay más cera de la que arde. Vendrán otras épocas donde impere la racionalidad. Los iconoclastas tendrán las mismas piedras, que habrá menos esculturas que apedrear y por lo tanto menos escombros.

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