Carta a ellos dos
Panorama | fernando jáuregui
Estimados señores Zapatero y Rajoy. No sé por qué, sospecho que esta carta, que yo tengo el privilegio de poder publicar aquí, podrían escribirla y suscribirla muchos españoles que, por razones obvias, no gozan de la misma posibilidad. Y es que nunca un debate sobre el estado de la nación, casi jamás un rifirrafe parlamentario entre el jefe del Gobierno y el líder de la oposición, despertó tantas expectativas como el que ustedes protagonizarán este miércoles.
Están ustedes dos ante el discurso político de sus vidas. Quién sabe si ante el discurso que marcará la victoria y/o la derrota de uno de ustedes en las próximas elecciones. Con todo lo que ello significa para el futuro de este país que hoy se llena de aprensiones y se llama España. Nada más, nada menos. Probablemente, en los últimos treinta años ha habido muy escasas ocasiones en las que un combate dialéctico entre el Ejecutivo y el principal partido de la oposición haya estado rodeado de tanto dramatismo: las elecciones legislativas aún están lejanas, pero la precampaña, quiérase o no, parece haber comenzado ya, en torno al concepto de cambio; el Rey, los sindicatos, algunos banqueros y un sector considerable de la opinión pública llaman al pacto entre las dos grandes fuerzas nacionales; la situación económica suscita no pocos pesimismos y desesperaciones. Y, sobre todo, el mundo está cambiando, si es que no ha cambiado ya, como no lo había hecho desde quizá la caída del muro de Berlín.
Tras los encontronazos de Obama, ese factor-personaje novedoso en las relaciones internacionales, con los poderosos grupos bancarios y empresariales, tengo la sensación de que nada volverá a ser como fue hasta el feliz y despreocupado 2008. Inútil aferrarse a los recuerdos de tiempos pasados, que quizá fueron, para muchos, mejores.
Creo que ha llegado el momento, además, de incorporar a España a este proceso de cambio acelerado. Quizá haya que dar una vuelta a la marcha del Estado de las autonomías, a la actualización de algunos artículos de la Constitución, al tratamiento de la inmigración, a la educación, a las estructuras productivas... en fin, que ha llegado la hora de lanzarse a un pensamiento profundo, a una reflexión a fondo acerca de cuáles son las metas últimas a las que queremos llegar. Mucho más allá, por tanto, del parcheo y la improvisación a las que nos tenemos acostumbrados. Ya digo, el discurso de sus vidas, porque sospecho que los ciudadanos esperan mucho de ustedes. Y ya no queda tiempo. Es ahora, este miércoles, cuando hay que hablar de los grandes acuerdos y, si no queda otro remedio, de los grandes desacuerdos. De lo que ha de ser abordado conjuntamente ya mismo y de lo que puede ser aparcado para que gane el mejor cuando toque. Supongo que, de nuevo, somos utópicos los que creemos que el viraje de timón es posible. Yo sólo sé que es deseable y que resulta absurdo insistir, como machaconamente se hace hasta ahora, en que todo, todo, va bien o en que todo, todo, va mal. Lo interesante es que nos digan ustedes cómo puede ir en el futuro, ese futuro que cuatro millones y un largo pico de familias no ven nada, nada claro. En fin... Un respetuoso saludo, que es casi un grito de auxilio.