Arte de convencer

El rincón | manuel alcántara

Si alguno de los múltiples oráculos que se ganaban la vida en su tiempo engañando contemporáneos sospechara que iba a tener un sucesor del César alguien de color oscuro, lo despiden por inepto. Ahora Obama, que ha reunido a tantas esperanzas colectivas que tardará en defraudarlas a todas, ha logrado reunir a republicanos y demócratas contra la crisis económica.

En esta remota provincia del imperio no conseguimos ponernos de acuerdo ni a la de tres, quizá porque hay que lograrlo entre dos. A poca curiosidad que se sienta por la Historia debemos reconocer que políticamente hemos venido siendo bastante brutos. Entre nosotros abundan más las hazañas que las gestiones y hay más cantares de gesta que ejercicios de contabilidad. El relativamente abrumado presidente del Gobierno, que más que un lidiador ilustre prefiere parecerse a Don Tancredo, está tratando de convencer a los suyos de la aplazada eficacia de sus medidas. Es algo muy español eso de esforzarse en convencer a los ya convencidos. Hay párrocos, sin duda bien intencionados, que les echan una bronca dominical por no ir a misa a los que han ido a oírla. Reconvienen a los que están dentro del templo, ya que no les pueden reprochar su ausencia a los que se han quedado fuera, más que nada porque no les ha dado la gana de entrar. El sutil arte de convencer debiera ejercerse con los que no están previamente persuadidos. Habría menos comisiones y, sobre todo, menos comisionados. Media España no confirma su postura, sino que se reafirma en la que ha adoptado. Lo raro es que se sienta cómoda en ella.