Diario de León

AL TRASLUZ | EDUARDO AGUIRRE

Peineteando

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León

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Casi todos ignorábamos que levantar el dedo corazón, manteniendo los demás cerrados, se llama «hacer una peineta». Lo sabían cuatro eruditos, y don Camilo José Cela, que en paz descanse. Ahora, hemos convertido en debate metafísico dilucidar si el gesto Aznar con el suyo estuvo o no a la altura dialéctica de un ex presidente del Gobierno. No lo estuvo, pero tampoco es que quienes le insultaban fueran un ejemplo de modales universitarios, pues hay muchas formas respetables y mediáticas de protesta sin necesidad de imponer arbitrariamente a los demás tu rechazo. Y esto es válido para cualquier conferencia, sea de Aznar, González o Carrillo. Por cierto, uno hubiese jurado que el nombre era «móntate aquí y verás París». Estamos ante un feo anglicismo gestual; en cambio, el corte de mangas lo inventamos aquí, como la patada en los mismísimos, la envidia y el calimocho. Cuando a Johny Cash le echaron de la «CBS» porque ya no vendía tantos discos, después de haber vendido millones de ellos, fue fichado por una pequeña discográfica con la que consiguió el premio al mejor disco del año; contrató una página en «Variety» con una gran fotografía suya haciéndole una «peineta» a todos los ejecutivos que le habían denostado. El dedo del cantante parecía un estribillo de rabia y bourbon; el de Aznar sugería más un castizo «que os den, pringaos, me voy a comer una langosta a las tres salsas».

Todos llevamos una peineta dentro, pero nos la reprimimos; o mejor dicho, la tenemos reservada para las grandes ocasiones. Es más, lo confieso, si me tocase la quiniela, esa que no relleno, también yo haría una peineta, con despliegue publicitario y banda de dulzaineros, pero a mí mismo, como diciéndome: «¿Y estabas preocupado por lo de jubilarte a los 67? ¡Toma pedazo pensión!

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