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León

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La gaveta | césar gavela

Hablar del viejo reino de León es hacerlo también de Galicia, Asturias, parte de Extremadura y el norte de Portugal. Porque no hubo nunca un viejo reino leonés que tuviera como fronteras las actuales de la provincia de León; ni tampoco las de la región leonesa, con Zamora y Salamanca. De ahí que reclamarse uno del viejo reino de León sea tan legítimo para un ponferradino como para un pontevedrés; para un señor de Oporto que para otro de Ciudad Rodrigo. El viejo reino igual pertenece a una mujer de Braganza que a otra de Coyanza. A un marinero de la isla de Ons que a un talabartero de Tábara. Ahora bien, muchas veces, demasiadas, ese viejo reino se confunde con unas calles de León capital. Con unos personajes de la política o de la Llionpedia. Se confunde una ilustre patria occidental, que duró siglos, con su rescoldo actual y capitalino.

Ello es un fraude, aunque sea bienintencionado y amoroso. Tan leoneses del viejo reino son los ovetenses -”nada menos que los ovetenses-” como los cabreireses; los coruñeses como los bañezanos. Las Cortes más antiguas de Europa también representaban a Vigo y Lugo, a Luarca y Ponte da Barca, a Compostela o Mirandela. El reino de León incumbe directamente a la historia de regiones que hoy suman unos nueve millones de habitantes. Demasiado mundo para ser administrado emocionalmente por nuestro distrito.

El pasado fin de semana tuvo lugar un homenaje a Ramón Carnicer en Barcelona. Se habló allí con admiración de quien siempre se sintió leonés y berciano, pero que nunca olvidó el vínculo antiquísimo que existe entre Castilla y León. Un vínculo que merece ser mantenido y reforzado. Al tiempo que reivindicamos lo nuestro ante los políticos autonómicos.

Igualmente, es imprescindible abrirse cada día más a las comunidades vecinas. Los leoneses seremos más respetados, más modernos y raigales a un tiempo si nos relacionamos más con las tierras limítrofes. De un modo armonioso, sin diatribas de aldea. Huyendo de toda mueca nacionalista, que siempre empobrece, esteriliza y distancia. El viejo reino de León fue un país de grandeza, de innovación política, de ambición y de integración de sus muy diferentes demarcaciones. Pues bien, esas son las mismas herramientas que ahora hay que utilizar para que la región leonesa tenga lo que merece: cultura, memoria, desarrollo, universalismo. Y visibilidad propia, sin duda. De este modo estaremos creando el nuevo reino de León. Un reino que no es virtual. Reino del noroeste de España, que tiene una gran personalidad, y que debe organizarse muy bien en el debate nacional. Donde regiones más ricas y estratégicas amenazan con llevarse el pastel mayor. Ahondando así en la división de España en dos mitades: una oriental -”con Madrid-”, pujante y desarrollada, y una mitad occidental a paso lento. El nuevo reino de León tiene que estar ahí, comprometido con los esfuerzos de las autonomías que antes fueron viejo reino. Con Galicia, Asturias, el norte portugués y Castilla.

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