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León

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León canta a la crisis

Los sufridos automovilistas leoneses no ganan para disgustos. El ayuntamiento les obliga a pagar un impuesto de circulación y resulta que no encuentran una calle por la que poder circular. Unas están en obras, otras en estado lamentable y otras más convertidas en peatonales. La recién renovada de Fernández Ladreda es el mejor ejemplo de esa intransigencia, como la que se presume en la de Mariano Andrés, chocantes las dos con las preferencias generalizadas y manifestadas por los vecinos. Así que el impuesto no tiene razón de ser. Porque si aparcas tienes que pagar otro impuesto, y ojo si te pasas de la hora porque las multas son otro impuesto de frecuencia preocupante. No verá usted un guardia municipal por la calle ni de día ni de noche, pero ay de ti como te pases de hora o de aceleración.

Entonces se te aparecerá de inmediato todo el cuartelillo con patrullas móviles, grúas y redactores de multas. Están luego, para más fastidiar al automovilista, las bandas sonoras, con resaltes increíbles e insufribles, que acaban destrozando la suspensión del vehículo, poniéndole en trance de accidente, además de destrozar las cervicales de sus ocupantes. Otro impuesto más. La última manía municipal ha sido la del carril bici, que dificulta aún más la circulación. En León, para qué engañarnos, ni el clima, ni las calles, ni los desplazamientos, invitan a usar la bici y menos aún teniendo que compartir trayecto con automóviles y peatones. Claro que la apoteosis del caos circulatorio se calcula que llegará con la entrada en servicio del famoso tranvía. Todo el mundo se imagina la que puede llegar a organizarse, al tiempo que se pregunta si el ayuntamiento seguirá cobrando el impuesto de circulación.

De momento y para anunciarlo, se han traído un ministro. El mismo que acaba de organizar un enorme revuelo denunciando los sueldos de los controladores aéreos.

Se nos presenta como defensor de los menesterosos y sin embargo no denuncia con la misma valentía el que un concejal en León, por citar lo más próximo, gane el doble que un catedrático de Universidad o un cirujano del Hospital. Por no hablar de diputados en Cortes, senadores, procuradores, etcétera, que gozan de ventajas fiscales y jubilaciones envidiables. Se calla también que Francia, con más habitantes que España, tiene la mitad de ayuntamientos. Y que Alemania, con el doble de habitantes, tiene la mitad de funcionarios. Una y otra ya han superado la crisis. Aquí seguimos sin ver la salida y quizás sea el momento de recuperar viejos proyectos. Por ejemplo, en lugar de poner tanto empeño en fusionar las cajas de ahorro convendría estudiar de igual manera la fusión de algunos ayuntamientos, que ya comparten calles y plazas, como es el caso de León, San Andrés o Villaquilambre. Y mejor aún si se añadieran a ello diputaciones y gobiernos autonómicos.

Arruinadas como están las arcas del Estado, desesperados como andan miles de leoneses buscando trabajo o una ayuda para alimentar a su familia, amén de cientos de empresas y negocios en quiebra, el ministro vino a León a prometer millones de euros, no para paliar estas urgentes necesidades sino para modernizar el tren de vía estrecha. Por su parte el ayuntamiento de León, inmerso en la misma banca rota, regala a Feve unos valiosos terrenos. Acaso todo se quede al final en una simple promesa, como en casos anteriores, pero resulta cuando menos bochornoso que se haga en estos críticos momentos. Es la misma canción de siempre pero con distinta letra: «dicen que van a poner un ferrocarril a Nava…» Y se acabó la crisis.

José-Magín González Gullón. CORREO ELECTRÓNICO