Crisis y altura de miras
Mar de fondo | carmen tapia
La utilización del mensaje catastrofista y manipulado para desmoralizar al adversario no es una técnica nueva. Los estrategas militares lo emplearon a la perfección en el siglo XX conscientes de su eficacia en el deterioro del estado de ánimo para derrotar al enemigo. El político alemán Joseph Goebbels usó eficazmente la radio para dar razones políticas al pueblo alemán para apoyar el experimento social nazi. El sistema de propaganda, muy utilizado también en la segunda guerra mundial, consiguió sus objetivos al difundir información sesgada de la evolución de la contienda para que los soldados enemigos llegaran a la conclusión de que no merecía la pena combatir contra los aliados. Este técnica se ha instalado cómodamente en los mensajes políticos actuales, pero se olvidan de que ahora no hay ninguna guerra que ganar, sino una dura batalla que más de cuatro millones de españoles libran cada día para salir adelante, desalentados, además, por los mensajes de oportunismo político y de deterioro de credibilidad de los mandatarios actuales. El presidente del Gobierno busca un pacto con los partidos de la oposición, pero el acuerdo debe tener como base una visión de Estado multilateral que demostraron con credenciales los políticos a los que les tocó jugar una partida mucho más compleja en la transición democrática. Es lo que se llama altura de miras, que no se mide por lo alto que uno levante el dedo, ni por el lenguaje pesimista que suma desesperanzas a las estadísticas que conducen a la desesperación de la ciudadanía, ni por el lenguaje vulgar y soez que acostumbran a utilizar políticos y políticas que aspiran a liderar proyectos de futuro mirando de reojo el contador de votos. Mi opción es no escuchar a quien se empeña en destruir la autoestima de un pueblo. Cada iniciativa cuenta, «y hará que nuevas manos y nuevas piernas crezcan en la carne talada», escribió Miguel Hernández, el poeta que luchó por vivir y dejaron morir.