Jubilarse a los 67
La veleta | francisco muro de íscar
Andan empeñados unos y otros en no debatir lo que hay que debatir porque nadie quiere problemas ni compromisos que quiten votos. Uno de los ejemplos más claros es el de las pensiones. Los que ahora somos afortunados y tenemos un trabajo no estamos cotizando para garantizar nuestra pensión futura sino para pagar las pensiones que cobran los que ya están jubilados.
Tal como va la economía, nadie nos garantiza que a corto plazo, dentro de cinco o diez años, haya recursos suficientes para las pensiones, entre otras razones porque los más optimistas dudan de que la población activa sea suficiente para pagar las pensiones de los que tienen derecho a cobrarlas.
Digo los más optimistas porque el agujero que se puede producir en este país hasta que se empiece a crecer lo suficiente para generar y no destruir empleo puede durar años, aunque todos los meses el presidente y el ministro de turno, los sindicatos y los hagiógrafos del poder nos digan que lo peor ha pasado, que la tendencia es mejor o que se ha desacelerado al destrucción de empleo. Esto último no es un eufemismo, es una mentira gorda. Se destruye menos empleo porque cada vez queda menos empleo que destruir, no porque haya más trabajo. Es lo mismo que el «crecimiento negativo». O se crece o se mengua.
Hay un argumento sobre las pensiones que me parece irrebatible, aunque estoy dispuesto a que me convenzan de lo contrario por la parte que me toca. Hace cuarenta o cincuenta años, los que podían estudiar estaban formándose hasta los 22 ó 24 años, fecha en la que empezaban a trabajar, normalmente con la expectativa de jubilarse a los 65. Y la esperanza de vida -”dicho de otra manera menos eufemística, el tiempo en que iban a cobrar una pensión-” era de cinco o diez años.
Los hombres, que eran antes la mayor parte de la población activa, se mueren antes que las mujeres. Otra parte importante de la población a los 16 ó 18 ya estaba trabajando y cotizando. Es decir, una media de 20 años formándose, cuarenta o cuarenta y cinco trabajando y cinco o diez cobrando pensión. Más de un sesenta por ciento de la vida trabajando y menos de un cuarenta en «clases pasivas» o no productivas.
Ahora, muchas personas no empiezan su vida laboral hasta los treinta años -”porque están estudiando o porque siguen buscando empleo-” trabajan otros treinta más o menos, siempre que no haya prejubilaciones, y tienen una esperanza de vida, tras la jubilación, de casi treinta más. Es decir, dos tercios pasivos y uno activos. Y, además, el que ha estado trabajando 40 años resulta que cobra la misma pensión que el que lo ha hecho veinte, o menos, si decide jubilarse un poco antes de los 65. Díganme cómo se mantiene esto si no se cambia algo. Aunque se manifiesten los sindicatos y el Gobierno se acongoje, algo habrá que hacer en serio y pronto. ¿O simplemente seguiremos mirando hacia otro lado hasta que explote el sistema?
¡Menos mal que nos queda la Roja!