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León

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La veleta | Juan Carlos Viloria

La pública defenestración de Manuel Pizarro lenta y letal como una dulce asfixia por anhídrido carbónico es uno de los arcanos de la política española que acaba de producirse ante la desgana indolente de los medios y una calculada frialdad de los aparatos partidarios. El héroe de los rentistas de Endesa cuyas acciones revalorizó hasta el 112% en uno de los más soberbios duelos empresariales de las últimas décadas; el sepulturero político de Pedro Solbes; el millonario decente y una de las mentes económicas liberales más sagaces del país, ha tenido que escabullirse de los escaños del PP porque nadie le pasaba el balón. Saltar del barco cuando la partida política nacional se juega en su terreno preferido, en medio de una borrasca económica sin precedentes; cuando estaba lista para recoger la cosecha de aquel tramposo debate televisivo en que Solbes enredó con el oficio y marrullerías de viejo pirata al inexperto candidato. Pero con el paso del tiempo y caído el decorado electoralista de los debates el agorero Pizarro tenía razón y la crisis era crisis, el crecimiento no era real, los datos estaban trucados y Solbes era un pirata tuerto. Ahora ya es tarde para rembolsar el triunfo amañado. Y, además, el aspirante ha pasado a mejor vida civil. En la hora de la verdad y agotado el combustible de la crisis para calentar a fuego lento los sondeos favorables al PP, mientras el Gobierno se tambalea por el ring como un boxeador sonado Pizarro, harto y defraudado, se va. Cuando a la derecha le llega el momento de desgranar un programa de ajuste y crecimiento ofreciendo a la sociedad un equipo de expertos que ofrezcan ilusión y perfil gubernamental, Rajoy prejubila a su ex-amigo Manolo. ¿Ex- amigo? ¿Pueden explicar los mecanismos de proximidad o lejanía al líder, de deslealtades escatimadas, cainismos familiares o amiguismos de patio escolar, decisiones como sacrificar al fichaje que hace menos de dos años era uno de los galácticos? ¿O es que el liberalismo cotiza a la baja en el PP? En todo caso, el liberalismo de Esperanza Aguirre. El aprecio de la presidenta de la Comunidad de Madrid no es una buena tarjeta de presentación en Génova. Por eso Cristóbal Montoro, un «ratista» de la vieja observancia con su mentor empotrado en Caja Madrid haciendo de cortafuegos entre Rajoy y la presidenta, consolida su posición. Aunque comunique mal.

Aunque nadie dude de que la experiencia de Pizarro y su capacidad para empatizar con el público es superior al artificioso ex ministro de Hacienda, la inexorable maquinaria del partido ha ido avanzando con el determinismo atávico de los artefactos sin alma hasta triturar a uno de los suyos.