Cárceles de tela
Panorama | julia navarro
Vaya con míster Hammarberg¡. Este señor, comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, no ha tenido mejor ocurrencia para celebrar el Día Internacional de la Mujer, que publicar en la web sus ideas respecto al burka. Bueno, pues el buen señor (por decir algo) ha llegado a la conclusión de que no es posible probar que las mujeres que llevan burka sufran más represión por su condición de mujer, que las que no lo llevan. También cree que no se debe prohibir el burka por que eso supone una invasión en la vida privada de las que lo portan, y que además esa cárcel de tela que es el burka no está demostrado que sea un impedimento para la democracia, la seguridad, el orden público, etcétera. En definitiva mister Hammarberg no ve nada extraño en el burka, le debe de parecer una prenda más, como de fondo de armario, para poner a gusto de las mujeres. Yo no sé si este señor quiere ser tan políticamente correcto que se ha pasado o es que a él no le hiere en su sensibilidad ver a una mujer encarcelada entre telas. Decir que si una mujer quiere debe de poder llevar el burka, es tanto como ignorar que las mujeres que lo llevan lo hacen en función de unas costumbres y tradiciones que no consideran a las mujeres como ciudadanas y que las relegan a ser invisibles en la sociedad. Porque hay que decirlo alto y claro, hay sociedades donde las mujeres son objetos pecaminosos y para evitar la tentación a los santos varone s las condenan a la cárcel de tela, a estar cubiertas de la noche al día, a no poder mostrar ni un centímetro de piel. Si, seguramente hay mujeres que llevan el burka sin plantearse el porque aceptan esa esclavitud. Lo llevan porque viven en sociedades en que esa es la norma y salirse de ella es contravenir todo el orden social. Las han enseñado a que ir sin burka es lo mismo que si se pasearan desnudas. Las han convencido de que solo sus maridos, padres o hijos pueden contemplar su rostro. Las han hecho tal lavado de cerebro que son pobres autómatas en manos de unos bárbaros que deberían de ir al psiquiatra por maltratar así a sus mujeres, a sus madres, a sus hijas, a sus hermanas.
Hace unos años y a propósito del burka, le escuché una reflexión a un ilustre profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Granada, Agustín Ruiz Robledo. Decía Ruiz Robledo que de la misma manera que no permitiríamos a nadie que fuera esclavo de otro aunque fuera voluntariamente, tampoco podemos permitir ese encarcelamiento de la mujer aunque ella diga que es voluntario. Estar en contra del burka es sencillamente estar a favor de los derechos humanos más elementales. Y a mí me parece que debemos de ser beligerantes, aunque con mano izquierda, a la hora de erradicar el burka de nuestras calles. Hay que dejar claro a los bárbaros que obligan a sus mujeres a ir con burka que en Europa no es posible hacerlo, que hay unas normas de respeto a los derechos humanos que hacen incompatible el uso de esa prenda. A mí me da pena escuchar a algunas mujeres defender el uso de prendas que las encarcelan, sobre todo cuando afirman que es voluntario. Aunque ellas lo crean, no es así, sino que es fruto de una tradición, de unas normas y costumbres con las que les han lavad o el cerebro. Y por favor que nadie me ponga el ejemplo de las monjas. No es lo mismo pertenecer a una orden religiosa. Defender el burka es seguir condenando a las mujeres al no ser.