La opinión del lector
Lo importante en el juego de la vida
Lamentablemente en el mundo en que vivimos, sólo le damos importancia a lo acontecido si ganamos los juegos que jugamos. Craso error. Los juegos de la vida son demasiado serios como para cifrar sin más el valor de la lucha en la consecución visible de lo perseguido.
Si meditamos un poco sobre ello, descubriremos que los laureles que ciñen las cabezas de una inmensa mayoría de gente son a menudo engañosos y falsos. La notoriedad, que busca sus fines, el mecenas de turno, que quiere medrar a base de ponderar la sinrazón o el oportunismo mediático, la exaltación provechosa de algo sin fundamento y vulgar, encumbran como sublime lo trivial, lo pasajero y lo que demanda una sociedad banalizada. Y allá va el aplauso. Y el mundo entero asiente, otorga y celebra. Considera esa gloria fatua como un logro trabajado, engrandeciendo y asumiendo como modelo al ídolo de turno. Da pena observar que nadie medite sobre el camino recorrido.
El auténtico éxito de la vida no es el triunfo externo. No es siquiera llegar a la meta. No es ver el resultado final que, no pocas veces, está amañado y oculta la verdad. No es ganar o perder. Es y será siempre el esfuerzo realizado. Poco interesará el final si el medio no ha existido. Si ha sido impuesto, por las razones que sean. Las cosas se miden por la lucha sincera que cada uno ha luchado. Te lo podrán agradecer o no. Será visible o no. Serás premiado o no. Es lo de menos. Pero el mérito está ahí. Y ese mérito no desaparece. Ni la misma muerte puede borrarlo. Aunque oculto a los ojos de los demás, permanecerá en el tiempo de los tiempos y será una bendición para el que ha bregado con honradez. ¡Qué vano es creer que sólo tiene precio lo visible, lo tangible! Nos dejamos engañar de una manera fácil por los falsos oropeles con los que cubren a algunos sin el más mínimo merecimiento. ¡Y cuánto hay hoy de esto! Y así, condecoramos aquellas nimiedades que a fuerza de repetírnoslas hacen que las creamos excelsas. De una mentira quieren hacer una verdad por la machaconería e insistencia en pregonarla. Y a menudo, cuando el pensamiento es indolente, admite tales ideas desprovistas de fundamento. Estamos en una sociedad en la que una pequeña oligarquía, manipula los sentimientos, la veracidad de las cosas, los principios inmutables y hasta nuestra propia conciencia. ¿De quién es la culpa?
Pensar, analizar, obrar, son los medios que tenemos para ver las cosas como son sin dejarnos engañar por la gloria de las apariencias. Tanto más valdrán nuestras acciones cuanto más empeño pongamos en ellas. Y no son necesarias recompensas, que cada uno las llevará dentro de sí como un regalo personal que trasciende los límites de nuestra existencia. Porque lo único que en realidad conviene es jugar con decisión y bien el juego de la vida, sin tomar en cuenta lo que suceda. Si lo juegas honestamente, y si además lo haces disfrutando en beneficio de los demás, tendrás sobre tus sienes el auténtico laurel de la vida.
Fernando García Martinez. León
¿Un pacto sin libertad?
Para garantizar la libertad de elección de los padres, debería ser ineludible la presencia en el pacto de la enseñanza concertada. Que la enseñanza concertada participe en este pacto educativo que propone Gabilondo, es un derecho y un deber. Este pacto debería acometer sin miedo las mejoras necesarias en el régimen de conciertos, como solicitan diversos sindicatos de enseñanza, para recomponer la situación de desventaja en la que se encuentran estos centros.
Centros que por otro lado, teniendo la demanda que tienen en la actualidad, tienen todo el derecho a recibir subvenciones públicas en aras a la preciada libertad con la que se llenan la boca los políticos.
Pregúntense si estamos en el camino hacia la libertad y la igualdad de derechos que nos otorga la ley. ¿Somos los padres, ahora, libres de elegir el centro educativo que deseamos para nuestros hijos? ¿Por qué un centro concertado cuesta menos al erario público y tiene menos derechos, menos profesores, que trabajan más horas que los de la pública...?
Un pacto sin libertad no conseguirá una educación de calidad. Garanticen la existencia de los conciertos educativos en todos aquellos centros en los que hay demanda de plazas por parte de los padres e igualen las prestaciones entre pública y privada. Quizá así podamos creernos que somos libres de elegir el colegio de nuestros hijos y que están dispuestos a llegar a un consenso.
Carmen Peña Díaz-Varela. LEÓN
En el adiós a Ángel Cuadrado
Siempre que nos enteramos del fallecimiento de un amigo nos embarga la tristeza, pero hay personas que nos dejan después de haber podido disfrutar con ellos una parte muy importante de nuestras vidas. Cuadrado ha sido de esos amigos al que el deterioro físico progresivo que tenía, no impedía su siempre buen humor, sus ganas de vivir, sus tertulias con los abuelos de La Condesa, su leonesismo y el revivir aquellos momentos de nuestra juventud que siempre recordaba cuando nos encontrábamos. Cuando el tenis en León era en blanco y negro nunca olvidaré los partidos en los que se enfrentaban Cuadrado contra Isidro Gutiérrez en la vetusta cancha del Hispánico. En aquellos tiempos había pocos espectáculos y uno de ellos era el contemplar dichos enfrentamientos. Entonces no había Ojo de Halcón y nos lo pasabamos a lo grande. Muchos debemos a Cuadrado y a Isidro nuestra afición al tenis, a pesar de sus limitaciones, pero el espectáculo estaba asegurado. Hoy nos faltan los dos. Era leonesista sin fanatismo, disfrutando de todo lo bueno que tenemos en León, buen profesional de la banca, gran conversador, amante de su familia y llevando sus múltiples operaciones de cadera y columna con una entereza que nos enseñaba a los demás a no quejarnos de cosas sin importancia.
La última vez que le vi hace un mes en el Hospital me dijo que estaba luchando contra una feroz enfermedad y que iba a salir adelante. Pero esta vez jugó en desventaja, peleó hasta el final la última bola y no pudo más, pero el partido de la vida ya lo habia ganado antes, y por eso quiero con estas líneas expresar el sentir de los numerosos amigos que han visto cómo se ha ido algo de nosotros, algo de León, algo de nuestros mejores años y que esperamos que si hay cielo, Cuadrado esté discutiendo con Isidro si entró o no la bola. Hasta siempre Cuadrado.
Alejandro García Perez. LEÓN
Lo importante en el juego de la vida
Lamentablemente en el mundo en que vivimos, sólo le damos importancia a lo acontecido si ganamos los juegos que jugamos. Craso error. Los juegos de la vida son demasiado serios como para cifrar sin más el valor de la lucha en la consecución visible de lo perseguido.
Si meditamos un poco sobre ello, descubriremos que los laureles que ciñen las cabezas de una inmensa mayoría de gente son a menudo engañosos y falsos. La notoriedad, que busca sus fines, el mecenas de turno, que quiere medrar a base de ponderar la sinrazón o el oportunismo mediático, la exaltación provechosa de algo sin fundamento y vulgar, encumbran como sublime lo trivial, lo pasajero y lo que demanda una sociedad banalizada. Y allá va el aplauso. Y el mundo entero asiente, otorga y celebra. Considera esa gloria fatua como un logro trabajado, engrandeciendo y asumiendo como modelo al ídolo de turno. Da pena observar que nadie medite sobre el camino recorrido.
El auténtico éxito de la vida no es el triunfo externo. No es siquiera llegar a la meta. No es ver el resultado final que, no pocas veces, está amañado y oculta la verdad. No es ganar o perder. Es y será siempre el esfuerzo realizado. Poco interesará el final si el medio no ha existido. Si ha sido impuesto, por las razones que sean. Las cosas se miden por la lucha sincera que cada uno ha luchado. Te lo podrán agradecer o no. Será visible o no. Serás premiado o no. Es lo de menos. Pero el mérito está ahí. Y ese mérito no desaparece. Ni la misma muerte puede borrarlo. Aunque oculto a los ojos de los demás, permanecerá en el tiempo de los tiempos y será una bendición para el que ha bregado con honradez. ¡Qué vano es creer que sólo tiene precio lo visible, lo tangible! Nos dejamos engañar de una manera fácil por los falsos oropeles con los que cubren a algunos sin el más mínimo merecimiento. ¡Y cuánto hay hoy de esto! Y así, condecoramos aquellas nimiedades que a fuerza de repetírnoslas hacen que las creamos excelsas. De una mentira quieren hacer una verdad por la machaconería e insistencia en pregonarla. Y a menudo, cuando el pensamiento es indolente, admite tales ideas desprovistas de fundamento. Estamos en una sociedad en la que una pequeña oligarquía, manipula los sentimientos, la veracidad de las cosas, los principios inmutables y hasta nuestra propia conciencia. ¿De quién es la culpa?
Pensar, analizar, obrar, son los medios que tenemos para ver las cosas como son sin dejarnos engañar por la gloria de las apariencias. Tanto más valdrán nuestras acciones cuanto más empeño pongamos en ellas. Y no son necesarias recompensas, que cada uno las llevará dentro de sí como un regalo personal que trasciende los límites de nuestra existencia. Porque lo único que en realidad conviene es jugar con decisión y bien el juego de la vida, sin tomar en cuenta lo que suceda. Si lo juegas honestamente, y si además lo haces disfrutando en beneficio de los demás, tendrás sobre tus sienes el auténtico laurel de la vida.
Fernando García Martinez. León
¿Un pacto sin libertad?
Para garantizar la libertad de elección de los padres, debería ser ineludible la presencia en el pacto de la enseñanza concertada. Que la enseñanza concertada participe en este pacto educativo que propone Gabilondo, es un derecho y un deber. Este pacto debería acometer sin miedo las mejoras necesarias en el régimen de conciertos, como solicitan diversos sindicatos de enseñanza, para recomponer la situación de desventaja en la que se encuentran estos centros.
Centros que por otro lado, teniendo la demanda que tienen en la actualidad, tienen todo el derecho a recibir subvenciones públicas en aras a la preciada libertad con la que se llenan la boca los políticos. Pregúntense si estamos en el camino hacia la libertad y la igualdad de derechos que nos otorga la ley. ¿Somos los padres, ahora, libres de elegir el centro educativo que deseamos para nuestros hijos? ¿Por qué un centro concertado cuesta menos al erario público y tiene menos derechos, menos profesores, que trabajan más horas que los de la pública...?
Un pacto sin libertad no conseguirá una educación de calidad. Garanticen la existencia de los conciertos educativos en todos aquellos centros en los que hay demanda de plazas por parte de los padres e igualen las prestaciones entre pública y privada. Quizá así podamos creernos que somos libres de elegir el colegio de nuestros hijos y que están dispuestos a llegar a un consenso.
Carmen Peña Díaz-Varela. LEÓN
En el adiós a Ángel Cuadrado
Siempre que nos enteramos del fallecimiento de un amigo nos embarga la tristeza, pero hay personas que nos dejan después de haber podido disfrutar con ellos una parte muy importante de nuestras vidas. Cuadrado ha sido de esos amigos al que el deterioro físico progresivo que tenía, no impedía su siempre buen humor, sus ganas de vivir, sus tertulias con los abuelos de La Condesa, su leonesismo y el revivir aquellos momentos de nuestra juventud que siempre recordaba cuando nos encontrábamos. Cuando el tenis en León era en blanco y negro nunca olvidaré los partidos en los que se enfrentaban Cuadrado contra Isidro Gutiérrez en la vetusta cancha del Hispánico. En aquellos tiempos había pocos espectáculos y uno de ellos era el contemplar dichos enfrentamientos. Entonces no había Ojo de Halcón y nos lo pasabamos a lo grande. Muchos debemos a Cuadrado y a Isidro nuestra afición al tenis, a pesar de sus limitaciones, pero el espectáculo estaba asegurado. Hoy nos faltan los dos. Era leonesista sin fanatismo, disfrutando de todo lo bueno que tenemos en León, buen profesional de la banca, gran conversador, amante de su familia y llevando sus múltiples operaciones de cadera y columna con una entereza que nos enseñaba a los demás a no quejarnos de cosas sin importancia.
La última vez que le vi hace un mes en el Hospital me dijo que estaba luchando contra una feroz enfermedad y que iba a salir adelante. Pero esta vez jugó en desventaja, peleó hasta el final la última bola y no pudo más, pero el partido de la vida ya lo habia ganado antes, y por eso quiero con estas líneas expresar el sentir de los numerosos amigos que han visto cómo se ha ido algo de nosotros, algo de León, algo de nuestros mejores años y que esperamos que si hay cielo, Cuadrado esté discutiendo con Isidro si entró o no la bola. Hasta siempre Cuadrado.
Alejandro García Perez. LEÓN